miércoles, 31 de agosto de 2011

Un socialismo libertario frente al industrialismo centralista, gris y jerarquizado.

Por último, junto al Romanticismo y la influencia de Hermann Hesse, Racionero también señala al anarquismo o socialismo libertario como último elemento que influye en la corriente individualista y de rebeldía del underground. En este sentido, siguiendo la ortodoxia anarquista (que también existe, como no podía ser menos), Racionero culpa al sedentarismo de los grandes males de la Humanidad:
En cuanto el hombre deja de ser cazador nómada recolector, y se asienta como campesino, acotando terrenos de familia o clan, aparecen la ciudad y la guerra. La ciudad sobre la base de los excedentes de producción de la flamante agricultura sedentaria; la guerra y el ejército para defender o tomar lo apropiado y apropiable. Ni la ciudad ni la guerra existen en la naturaleza, son una invención humana causada por la agricultura sedentaria y el derecho de la propiedad.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 65)

He de reconocer que, personalmente, dicha descripción me parece excesivamente simplificadora. Cierto, el sedentarismo probablemente se encuentre detrás del concepto de propiedad, el de familia entendida desde un punto de vista más estricto y también cabe pensar que haya sido la causa principal de los modos de organización jerarquizada, las clases sociales y la apropiación del excedente (esto último porque, sencillamente, antes apenas se daba). Todo ello me parece probable, aunque no tengo los conocimientos necesarios de antropología como para saber si nada de ello ha quedado demostrado fehacientemente (no que esto parezca molestar a Racionero, capaz de lanzarse a hacer afirmaciones como éstas sin prueba alguna). Ahora bien, el asunto de la guerra me parece mucho más discutible, sobre todo teniendo en cuenta que este tipo de conflictos se dan hasta entre primates de lo más cercano al hombre. ¿Qué la mayor organización social pueda haber incrementado la fuerza destructiva del ser humano en sus conflictos? Seguramente. Pero dudo mucho que podamos achacar la existencia de guerras a la sedentarización.

Mucho más acertado me parece Racionero al describir las críticas del underground contra el marxismo y los sistemas del llamado socialismo real:
El marxismo, al ser un socialismo científico, cae en la misma forma de pensamiento que el utilitarismo: el mismo cientifismo racionalista que acaba llevando a la promediación del hombre, a la concentración industrial, al gigantismo burocrático, al sacrificio de la individualidad humana en aras de entelequias racionalistas como "las masas" (en el marxismo) o "la utilidad" (en el capitalismo).

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 68)

En otras palabras, capitalismo y socialismo marxista comparten un mismo tronco común: el pensamiento racionalista, cientifista y, en último término, la metafísica dualista que heredamos de la Grecia clásica. Nada de esto tiene nada que ver con la apuesta del underground y, entre todas las ideologías políticas contemporáneas, ciertamente el anarquismo parece ser la única que se esfuerza por encontrar un nuevo camino. De ahí las conexiones subterráneas entre anarquismo, romanticismo, orientalismo, etc. Como bien afirma Racionero, todas ellas apuestan por un mundo fundamentalmente diferente:
Para recuperar la escala humana, tanto la descentralización tecnológica como la urbana, tropiezan con un obstáculo enorme: ambas exigen una fragmentación del poder político y económico. (...) Los conceptos anarquistas de comunidad equilibrada, democracia cara a cara, tecnología humanista y sociedad descentralizada son hoy día no tan sólo deseables, sino imprescindibles.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 73-74)

Suena utópico, ¿verdad? Haciendo un repaso general a las fuerzas políticas más representativas de la actualidad, solamente los partidos verdes parecen acercarse, creo, a este tipo de propuestas de las que habla Racionero.

Hermann Hesse y la nueva moral.

También Hesse, para Racionero, va tanteando en busca de la nueva moral del hombre contemporáneo. Se trata de una moral más abierta y flexible que la que heredamos de la tradición judeocristiana occidental:
Hermann Hesse se lee en el "underground" porque actualiza una cuestión de fondo planteada por Dostoievsky y más tarde por Nietzsche: la necesidad de una nueva ética. (...) La vieja moral judeocristiana es demasiado estrecha para el hombre contemporáneo, al cual constriñe con un excedente de represión que ya no puede justificar.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 52)

En esto, como en tantas otras cosas, Hesse y los románticos conectan no sólo con Nietzsche y Dostoievsky, sino también con los pensadores postmodernos contemporáneos. También estos luchan por construir una nueva moral alejada de moralinas y normativas tajantes, abierta y fluida, tolerante y que evite el etnocentrismo. Se trata de reivindicar la importancia del pensamiento débil frente a los sistemas filosóficos de antaño que, aún pareciendo sólidos, escondían en realidad la fragilidad de su propia incapacidad para adaptarse a una realidad en constante cambio. Pero, cuidado, porque no debemos confundir esta nueva moral con el todo vale o el hedonismo descerebrado, como explica Hesse en su novel Demian:
"No quiero decir que debes hacer simplemente todo lo que te pase por la cabeza. No. Pero no debes cortar y rechazar esas ideas exorcizándolas o moralizando sobre ellas. Debes tratar tus impulsos y las llamadas tentaciones con respeto y amor. Entonces te revelerán su significado, y todas ellas tienen significado. Si te viene otra vez al pensamiento algo verdaderamente loco o pecaminoso, si quieres matar a alguien o cometer alguna enormidad, Sinclair, piensa en ese momento que es Abraxas quien está fantaseando dentro de ti. La persona que quieres eliminar no es nunca, por supuesto, el Sr. X, sino una mera excusa. Si odias a una persona, es porque odias algo en ella que está dentro de ti; lo que no es parte de nosotros, no nos inquieta".

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 56)

Esa última frase tiene claras resonancias con la filosofía oriental, que es precisamente la segunda pata de ese taburete que Racionero llama filosofías del underground. O, lo que es lo mismo, no podemos entender esta nueva moral sin conectarla con un cierto espiritualismo que tampoco debe confundirse con la fe tradicional, aferrada a sus dogmas y sus jerarquizadas instituciones. Conviene tener bien presente que cualquier aproximación a esta moral del superhombre sin apoyarse en esa vena espiritual puede conducir a excesos devastadores. No hará falta, seguramente, que recuerde los grandes crímenes cometidos durante el siglo XX.

Byron y la imaginación rebelde como nueva moral.

Racionero ve en la vida y obra de Byron una afirmación de los principios fundamentales del Romanticismo, así como una reacción contra la vida gris, controlada, jerarquizada y aburrida que la incipiente sociedad industrial ya dejaba entrever. Pero, en su opinión, la rebeldía de Byron va mucho más allá de la mera crítica, adquiriendo una connotación positiva (en el sentido dialéctico, al menos) en lo que supone de tanteos y experimentos con una nueva moral que haga resurgir al hombre de sus cenizas:
Byron es el primero en la serie de escritores continuada por Dostoievsky, Nietzsche y Hesse, que plantea la exigencia de una moralidad nueva. (...) Byron plantea la Revolución Cultural romántica contra el clasicismo de la Inglaterra imperialista, comercial y aburguesada. Dice Herbert Read que los clásicos son raccionarios en política porque el clásico quiere imponer un orden al flujo exuberante y barroco de la vida. Los románticos quieren nadar en ese río, romper los diques de la razón clásica y fluir libremente en el río de las emociones. Por eso mismo son revolucionarios en política: razón es autoritarismo, emoción es libertad; los románticos, aunque algunos racionalistas pretendan lo contrario, son los auténticos revolucionarios culturales, anarquistas morales y emocionales no asimilables por el sistema.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 41-42)

Ciertamente, visto de esta forma, la conexión entre el Romanticismo y pensadores como Nietzsche o escritores como Dostoievsky y Hesse debiera ser más o menos evidente. Todos ellos levantan acta de la podredumbre que les rodea, tienen la visión suficiente para observar que el nuevo mundo industrial que se alza ante sus ojos promete sin duda la satisfacción de las necesidades materiales (aun a costa de dejar de lado las preocupaciones espirituales) y se proponen hacer tabula rasa con todo ello y apostar por una nueva moral que, en el caso de Nietzsche, llamaría del superhombre. Con ello no quería sino subrayar que se trataba de un hombre nuevo, construido desde cero, modelado con la arcilla informe que nos dejaba el hombre racionalista e industrial. En parte, cabría decir que aún estamos construyendo esa nueva moral hoy día, reconstruyéndolo el puzzle con piezas de los románticos y Nietzsche, Dostoievsky y Hesse, pero también de Foucault, Derrida y Deleuze, entre muchos otros. Si los conservadores de hoy día les desprecian tanto es precisamente por eso, porque sus respectivos pensamientos representan el embrión de algo nuevo que aún está por venir. Llevamos ya más de un siglo modelando y construyendo y todavía no se aprecian las formas de esa nueva moral del futuro, pero todo parece indicar que es lo que nos espera.

martes, 30 de agosto de 2011

Helenismo, cristianismo y esquizofrenia.

Racionero lanza una potenta andanada contra dos de los pilares fundamentales de la civilización occidental mientras comenta los puntos esenciales del romanticismo de Blake:
Los griegos partieron al hombre en cuerpo y cabeza, emociones y razón; los cristianos, en cuerpo y espíritu. El actual animal racional que pulula llenando la vida de despropósitos es el producto de dos esquizofrenias, helenismo y cristianismo, cada uno de los cuales es a su vez esquizofrénico.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 30)

No anda muy lejos de las posiciones que han mantenido más recientemente los pensadores postestructuralistas en su intento de desmontar el dualismo metafísico occidental siguiendo los pasos de Nietszche. Una vez más, lo sensato sería sostener un sabio punto medio que evite los extremos, afirmando así a ambos, cuerpo y cabeza, emociones y razón, cuerpo y espíritu, en lugar de aferrarse a uno de los elementos del binomio mientras rechazamos el otro en una estéril lucha contra molinos de vientos que no puede sino terminar en derrota anunciada. Pero, claro, mantener ese sano equilibrio no es nada fácil. Puede llevar toda una vida sin que uno acierte a encontrarlo.

La revolución romántica de Blake.

La primera gran corriente que Racionero estudia como componente fundamental de la gran corriente underground es el romanticismo inglés, firme defensor de la imaginación y los sentimientos, lo irracional y oculto, frente al imparable avance de un racionalismo encarnado en el naciente capitalismo industrial:
Blake fue el primero que, en medio del entusiasmo y la admiración por la ciencia y la tecnología de la revolución industrial, denunció el esclavizamiento físico que traerían los "oscuros molinos satánicos" (dark satanic mills) y la esclavización mental que causaría la "visión única y el sueño de Newton". Blake fue el primero en cuya obra la liberación mental y la social están inseparablemente tratadas.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 25-26)

Conviene no olvidar, eso sí, que muchos de esos escritores románticos ingleses fueron en realidad hijos de la clase acomodada, ricachones con suficiente tiempo libre como para dedicarse a sus poesías y sus viajes mientras la mayoría de sus conciudadanos se afanaban en salir adelante en los sucios barrios industriales que tan claramente describieran Dickens o Engels. Obviamente, no por ello dejaban de tener parte de razón en sus admoniciones contra los excesos de una industrialización forzada que hundía a sectores enteros de la población en la miseria para enriquecer a unos cuantos, al tiempo que hacía añicos la alta cultura que había existido hasta entonces. Porque, no lo olvidemos, buena parte de la reacción romántica ante el proceso industrializador tiene bastante que ver con un elitismo reaccionario y nostálgico de la sociedad aristocrática que ya estaba en claro declive, aunque ello no quite para que reconozcamos que, desde entonces, sus quejas son precisamente las mismas que venimos repitiendo todos los que nos empeñamos en defender parcelas de libertad y autonomía individuales frente a una estructura social cada vez más poderosamente uniformizadora. En ese sentido, todavía se le puede sacar partido al romanticismo.

lunes, 29 de agosto de 2011

Revolución personal y revolución política van de la mano.

Uno de los aspectos más importantes de la contracultura de los años sesenta que ha dejado una marca indeleble en los movimientos sociales que la han seguido es la conexión directa que logró hacer entre vida personal y vida social, que hasta entonces habían estado separadas en compartimentos estanco:
Nuestra hipótesis de trabajo es que revolución psicológica y praxis política se entralazan dialécticamente en todo proceso de cambio social. Una revolución personal sin un cambio político que permita exteriorizarla no tiene sentido, pero tampoco es verdadera una revolución política sin un cambio en las estructuras mentales, emocionales y culturales del individuo.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, p. 17)

Tan acostumbrados estábamos a la hipocresía social imperante (esto es, a aparentar una cosa en sociedad y después comportarnos como nos venía en gana en la esfera privada, sobre todo en cuestiones de moral sexual) que la afirmación de la necesidad de una coherencia entre los postulados que se mantenían en público y cómo se desempeñaba uno en su vida privada llegó a verse como una auténtica revolución social y política. No era para menos en un contexto tan pacato como el de las sociedades occidentales de los años cincuenta y principios de los sesenta.

Todo esto dejó, como decíamos, una clara influencia en los nuevos movimientos sociales y los partidos verdes a través de la nueva izquierda estadounidense y europea. La política pasó a concebirse como algo que se extendía a la esfera de la vida cotidiana, algo que podía realizarse no solamente en las instituciones elegidas a tal efecto, sino también en el seno mismo de nuestras familias y nuestas relaciones personales, por no hablar de otras instituciones sociales, como la escuela, el barrio o la universidad. Este concepto más amplio de lo político llegó con los años sesenta para quedarse y todavía pervade nuestro discurso político.

Filosofías irracionales

Racionero no pierde el tiempo y entra ya en definiciones desde la primera página:
Si de algún modo pudiera caracterizarse el multiforme espectro de filosofías que inspiran el underground, su concepto unificador sería el de filosofías irracionales. Todas ellas, subjetivas u objetivas, tienen unos supuestos de partida distintos del racionalismo, ninguna acepta los métodos de conocimiento ni los axiomas del pensamiento racional. Esto no quiere decir que sean incoherentes, absurdas e inútiles; por el contrario, pueden ser tan estructuradas, eficaces y consistentes como el racionalismo: los libros de Carlos Castaneda son una prueba de ello. Son, sencillamente, otros métodos de conocimiento, otras formas de amor a la sabiduría distintas del racionalismo. Nótese: esto no es un libro contra el racionalismo, sino contra el monopolio racionalista de las formas de conocimiento, que radicaliza el racionalismo hasta convertirlo en un modo de autoritarismo mental.

Todas estas filosofías irracionales se parecen en una cosa: no buscan la verdad, sino una experiencia psicológica; no pretenden concatenar argumentos para deducir otros argumentos, sino que buscan un estado de ánimo, una fusión del concepto mental con el estado físico del cuerpo que lleve a un estado psicosomático nuevo. Este estado al que propenden las filosofías irracionales se puede connotar por las palabras energía, vitalidad, placer, gozo, serenidad. El objetivo de estas filosofías es algo que no se demuestra por argumentaciones, sino que se evidencia por experiencias. Tampoco tiene esto nada que ver con irracionalismos del tipo de nazis, stalinistas o testigos de Jehová. Es un irracionalismo basado en las grandes tradiciones filosóficas no socráticas. Su reivindicación se debe al fracaso de la filosofía racionalista para dar un propósito a la sociedad y unos valores que subordinen los medios tecnológicos a los fines humanos, lo cual ha llevado a la generación actual a la búsqueda de otros métodos de utilización de lamente distintos del racionaismo. Esta búsqueda cristalizó, en las condiciones objetivas favorables de la década de los sesenta, en un movimiento de amplia repercusión cultural que se ha dado en llamar el underground.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 9-10)

Hay que andarse con mucho cuidado con esto de mantener posturas irracionalistas. Racionero afirma que poco tiene que ver la actitud del underground con nazismos, estalinismos y fundamentalismos religiosos. Cierto. Pero, no obstante, en el momento de criticar el racionalismo desde posturas irracionalistas siempre se cae en el riesgo de caer en el extremo opuesto. Y es que, como de costumbre, los extremos se tocan y son ambos igualmente peligrosos. El objetivo debiera ser encontrar el sabio punto medio, que es precisamente lo que se proponía la contracultura entendida en su sentido original (esto es, como esfuerzo por equilibrar la cultura, que no por llevarle le contraria). Conviene tener esto siempre bien presente. Los excesos del irracionalismo pueden ser tan feroces como los del racionalismo, y de nada valdrá salir de las fauces del lobo para meternos en las del león.

En todo caso, encontramos aquí, en la cultura underground de los años sesenta, las bases del relativismo contemporáneo que después de extendería por todas las sociedades desarrolladas en forma de postmodernismo, para bien y para mal. Siempre he pensado que no está de más un sano relativismo (de la misma forma que siempre se agradece un cierto escepticismo), pero sin llevarlo al extremo de afirmar el todo vale que parece haberse adueñado de nuestras sociedades desde la década de los ochenta. Volvemos así a lo que mencionaba antes: la sensatez del sabio punto medio, una vez más. El relativismo absoluto no conduce sino a la decadencia cultural y civilizatoria, pero no por ello debemos rechazar necesariamente sistemas filosóficos irracionales que pueden contribuir a mejorar la vida de muchos individuos e incluso de sociedades en su conjunto, aunque sólo sea haciendo de contrapeso al economicismo y racionalismo imperantes.

Filosofías del underground

Este libro intenta desentrañar las diversas corrientes de pensamiento que confluyen en el movimiento underground. Se consideran tres afluencias principales: las filosofías de tipo individualista, románticas, anarquistas y amorales que culminan en Hesse; las filosofías orientales, que más allá de collares y pses, han influido seriamente en el underground al darle una visión alternativa del mundo, basada en flujo y transformación en vez de la inmutabilidad griega y las dualidades judeo-cristianas; y por último, las filosofías psicodélicas, nacidas de los experimentos realizados con sustancias que cambian las conexiones cerebrales y que confirman la existencia de diferentes estados de consciencia, planteando un relativismo de la realidad en contra del monopolio del racionalismo de la inmaculada percepción.

Descripción técnica:
Título: Filosofías del underground.
Autor: Luis Racionero.
Editorial: Anagrama.
Edición: quinta edición, Barcelona (España), octubre 1989 (1977).
Páginas: 190
ISBN: 84-339-1204-6

El arte de vivir a través de los cinco sentidos

Para ser sensual es imprescindible tener una mente sana en un cuerpo afinado. No cabe el desequilibrio, sino la mesura, a la hora de cultivar el placer de los sentidos. Cada uno de los sentidos es objeto de un arte: la gastronomía es el arte del gusto, como el sexo es el arte del tacto y el erotismo el de los cinco juntos. Por ello vale tanto disfrutar de la música, perseguir las huellas del aroma o vislumbrar el reflejo de las nubes; sólo es necesario mantener los sentidos limpios, abiertos y claros. Con esta obra sutil y refinada, Luis Racionero nos propone alcanzar un fin más general: vivir bien, hacer de la vida una obra de arte.

Hace ya muchos años que leí por primera vez a Racionero. Sería allá a mediados o finales de los años ochenta, cuando me adentré en las páginas de Filosofías del underground. Desde entonces, he tratado de leer todo lo que escribe, y la verdad es que hasta el momento no me he sentido defraudado... aunque he de reconocer que aún no me he acercado a sus libros más recientes. El presente libro, repleto de anécdotas y reflexiones puramente personales, se alza como un claro ejemplo de epicureísmo en la mejor tradición mediterránea. Racionero defiende un hedonismo que poco tiene que ver con el gusto por los excesos, que es tal y como por desgracia se interpreta el concepto hoy en día.

Descripción técnica:
Título: El arte de vivir a través de los cinco sentidos.
Autor: Luis Racionero.
Editorial: Temas de Hoy.
Edición: primera edición, Madrid, septiembre 1989.
Páginas: 167 páginas.
ISBN: 84-86675-88-X

miércoles, 24 de agosto de 2011

De la mística a la idolatría.

Colinas concluye la segunda parte de su libro (Tratado de signos, sobre San Juan de la Cruz y los místicos españoles) con una reflexión sobre la idolatría a que la Iglesia Católica ha sometido su obra con posterioridad:
Ya muerto, llegó el reparto de los huesos —reliquias, el macabro ritual de partir el cuerpo sin saber que él ya no estaba allí, en la carne y en los huesos, en la tierra, sino fuera, en la luz. La luz que ellos no veían ni comprendían. ¿Inútil la lección del ejemplo de su vida, la lección del silencio y las nadas?

(Antonio Colinas: Tratado de armonía, p. 138).

Nada nuevo bajo el sol, por supuesto. Es lo mismo que la Iglesia ha hecho con un buen número de místicos y santos, como no podía ser de otra manera. Las instituciones cosifican, regulan, burocratizan y disecan la vida misma. Es su función. Es lo que saben hacer. La Iglesia no iba a ser una excepción.

domingo, 21 de agosto de 2011

Desacralización y mundo moderno.

Una pregunta que guió toda la obra de Mircea Eliade:
¿Por qué, a medida que pasan los años, el mundo tiende a desacralizarse ante nuestra mirada?

(Antonio Colinas: Tratado de armonía, p. 42)

A nadie se le oculta que, efectivamente, la desacralización forma parte intrínseca de la Modernidad. La cuestión en plantearse si lo que ha dado en llamarse postmodernidad tiene la fuerza suficiente como para contrarrestar esos efectos o, por el contrario, como mantienen otros, no es sino una extensión de la Modernidad (de ahí, por cierto, su nombre). En cualquier caso, la desacralización del mundo es evidente. Y nótese, por cierto, que Colinas no se refiere al mero retroceso de las creencias religiosas, sino más bien al fin del misterio, de la poesía, de lo simbólico. En los últimos siglos hemos ido sustituyendo todo ello por la rutina, lo racional, lo empírico y cotidiano. Ahí hunde sus raíces el malestar contemporáneo.

sábado, 20 de agosto de 2011

Sobre el origen divino de la mujer.

Colinas también deja entrever, junto a las reflexiones místicas que predominan en este libro, su parte más secularmente poética, como en el siguiente canto a las virtudes de la mujer:
A veces, la mujer es ese resquicio por el que el mundo deja ver su carácter divino. El cuerpo de la mujer a nuestro lado o entre nuestras manos; el buen oro de lo misterioso fundido y solidificado, el Sueño cristalizado, la prueba de la sacralidad del mundo.

(Antonio Colinas: Tratado de armonía, p. 23)

La mujer como ideal, como materialización de lo divino en este mundo corporal y desacralizado, algo que conecta directamente con el ideal romántico y éste, a su vez, con la tradición de amor cortesano de los trovadores renacentistas. ¿Se trata, sin embargo, de un estereotipo machista? O, por el contrario, ¿a lo mejor somos nosotros quienes, a fuer de modernizaciones, hemos dado la espalda a un mundo donde todavía existía el encanto? Seguimos haciéndonos la pregunta.

Sobre poetas y poesía.

Colinas comparte con nosotros unas palabras de Alexandr Blok en las que define la poesía:
"¿Quién es un poeta? ¿Una persona que escribe versos? No, claro que no. Se llama poeta no porque escriba en verso sino porque dota de armonía al sonido y a la palabra, porque él es hijo de la armonía. ¿Y qué es la armonía? La armonía es el acuerdo entre las fuerzas del mundo y el orden de la vida del mundo".

(Antonio Colinas: Tratado de armonía, p. 23)

Recuerda, evidentemente, al taoísmo y su ideal de armonía con la naturaleza. Un concepto, por cierto, el de armonía, que cada vez tenemos más olvidado en esta sociedad de las prisas donde lo que preocupa es la rapidez y la eficiencia por encima de todo.

Capacidad para reconocer signos.

La parte esotérica y mística de este libro comienza ya antes de la primera página, en las citas que se incluyen antes de comenzar la lectura, como el siguiente dicho sufí:
Lo que hay que adquirir es la capacidad de reconocer signos. Esta es la ciencia más alta.

(Antonio Colinas: Tratado de armonía)

Yo no sé a otros lectores, pero a mí, quizá por deformación profesional, esta cita me recuerda un poco a la premisa de la película The Matrix, en la que se juega con la idea de un mundo completamente virtual que, no obstante, nos parece completamente real. El protagonista, Neo, destaca precisamente por su capacidad para interpretar los signos en esa realidad virtual, por su capacidad para ver más allá de la superficie y reconocer el código que subyace a todo. Al fin y al cabo, lo que verdaderamente vale la pena es dar un paso para atrás y poder reconocer las tendencias, las grandes corrientes que orientan la vida cotidiana.

Tratado de armonía

Según nos cuenta el propio autor en el prólogo a este libro, comenzó a trabajar en la obra durante los primeros días de 1968. Aunque en un principio pensó que estaba escribiendo nuevas páginas de su Diario, conforme seguía escribiendo se dio cuenta de que aquello adquiría una personalidad propia en torno a un tema unitario: la idea de armonía. Tratado de armonía es, de hecho, un libro inclasificable. Contiene reflexiones, aforismos, impresiones, contemplaciones, sugerencias, apuntes... un poco de todo. Si acaso, como bien indica Colinas en su prólogo, la idea que subyace a todo ello es la de armonía con la naturaleza, una cierta idea de unidad mística con el todo que nos rodea. Una segunda parte del libro, Tratado de signos, es un homenaje a San Juan de la Cruz, a quien leyó Colinas en los veranos de 1989 y 1990 junto a las obras de Teresa de Ávila y otros autores místicos mientras viajaba por las ciudades y rutas de la mística española. El libro entero está insuflado de ese espíritu.

Ficha técnica:
Título: Tratado de armonía.
Autor: Antonio Colinas.
Editorial: Tusquets.
Edición: primera edición. Barcelona (España), junio de 1991.
Páginas: 143 páginas, incluyendo índice onomástico.
ISBN: 84-7223-369-3

sábado, 13 de agosto de 2011

Maestría de un narrador de historias cortas.

La historia titulada El proveedor de iniquidades Monk Eastman comienza con clásica maestría sintetizando la historia entera en un sólo párrafo:
Perfilados bien por un fondo de paredes celestes o de cielo alto, dos compadritos envainados en seria ropa negra bailan sobre zapatos de mujer un baile gravísimo, que es el de los cuchillos parejos, hasta que de una oreja salta un clavel porque el cuchillo ha entrado en un hombre, que cierra con su muerte horizontal el baile sin música. Resignado, el otro se acomoda el chambergo y consagra su vejez a la narración de ese duelo tan limpio. Ésa es la historia detallada y total de nuestro malevaje. La de los hombres de pelea en Nueva York es más vertiginosa y más torpe.

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, p. 59)


viernes, 12 de agosto de 2011

Pragmatismo sin fin.

La historia titulada La viuda Ching, pirata recoge un episodio de pragmatismo tan excesivo que, sin duda, lo identificaríamos con la astucia oriental donde lo sitúa el autor:
Hacia 1797, los accionistas de las muchas escuadras piráticas de ese mar fundaron un consorcio y nombraron almirante a un tal Ching, hombre justiciero y probado. Éste fue tan severo y ejemplar en el saqueo de las costas, que los habitantes despavoridos imploraron con dádivas y lágrimas el socorro imperial. Su lastimosa petición no fue desoída: recibieron la orden de poner fuego a sus aldeas, de olvidar sus quehaceres de pesquería, de emigrar tierra adentro y aprender una ciencia desconocida llamada agricultura. Así lo hicieron, y los frustrados invasores no hallaron sino costas desiertas. Tuvieron que entregarse, por consiguiente, al asalto de naves: depredación aun más nociva que la anterior, pues molestaba seriamente al comercio. El gobierno imperial no vaciló, y ordenó a los antiguos pescadores el abandono del arado y la yunta y la restauración de remos y redes. Éstos se amotinaron, fieles al antiguo temor, y las autoridades resolvieron otra conducta: nombrar al almirante Ching, jefe de los Establos Imperiales. Éste iba a aceptar el soborno. Los accionistas lo supieron a tiempo, y su virtuosa indignación se manifestó en un plato de orugas envenenadas, cocidas con arroz. La golosina fue fatal: el antiguo almirante y jefe novel de los Establos Imperiales entregó su alma a las divinidades del mar.

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, pp. 47-48)

La historia incluye todos los estereotipos sobre la personalidad de los orientales (pragmatismo, traición, astucia...), pero see lee con gozo y hasta una sonrisa en los labios.

jueves, 11 de agosto de 2011

Inteligente truco: evitar la perfección para no levantar sospechas.

El caso del impostor Tom Castro, ayudado por su fiel Bogle, se ha convertido ya en un clásico del que cabe obtener, además, algunas enseñanzas:
...nos consta que presentó un Tichborne fofo, con sonrisa amable de imbécil, pelo castaño y una inmejorable ignorancia del idioma francés. Bogle sabía que un facsímil perfecto del anhelado Roger Charles Tichborne era de imposible obtención. Sabía también que todas las similitudes logradas no harían otra cosa que destacar ciertas diferencias inevitables. Renunció, pues, a todo parecido. Intuyó que la enorme ineptitud de la pretensión sería una convincente prueba de que no se trataba de un fraude...

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, p. 37)


O, lo que es lo mismo, cuando se intenta cometer un fraude conviene siempre no hacer las cosas con demasiada perfección, lo cual no haría sino levantar sospechas. Inteligente, sin duda. Ahora hay que asegurarse de que tanto arrogante que se cree perfecto entiende la lección.
Maravillosa forma de iniciar el libro:
En 1517 el Padre Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negro, que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas antillanas.

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, p. 17)

Me gusta no sólo por lo que tiene de romper mitos (que siempre viene bien), sino por la fina ironía con que Borges lo expresa. Lejos de lanzar una andanada directa contra Bartolomé de las Casas y el racismo de los conquistadores, prefiere soltarlo con ligereza y cierto distanciamiento. Uno imagina la sonrisilla traviesa al dejar escrita esa larga frase en el cuaderno. Ignora uno hasta qué punto la afirmación de Borges pueda ser correcta históricamente, pero es lo de menos. Cuando tantas salvajadas se cometieron durante la conquista de América, asuntos como éste carecen más bien de importancia. La realidad indiscutible es que, durante mucho tiempo (quizá demasiado tiempo), los españoles nos aferramos a la figura de Bartolomé de las Casas como a clavo ardiendo para salvar un poco el honor, en lugar de afrontar con honestidad la evidencia de los excesos cometidos durante nuestra aventura imperial.

Historia universal de la infamia

Colección de cuentos en la que Borges recopila las historias de una serie de personajes, a cuál más peculiar: Lazarus Morell, "emancipador" de esclavos; Tom Castro y sy falsa identidad; la viuda Ching, comandante de cuarenta mil piratas; Monk Eastman, pistolero de Nueva York; el asesino Billy the Kid en Arizona; Kotsuké no Suké, perverso funcionario japonés, y Hakim de Merv, profeta enmascarado del Turquestán. Borges añade al final un cuento titulado Hombre de la esquina rosada y un Etcétera donde se reúnen varios textos sobre magia.

Descripción técnica:
Título: Historia universal de la infamia.
Autor: Jorge Luis Borges.
Editorial: Destino/Emecé.
Edición: primera edición, segunda reimpresión. Madrid (España), octubre de 2010.
Páginas: 152 páginas, incluyendo nota final de Jorge García López.
ISBN: 978-84-233-3672-2

"Balada de las noches bravas": bien, pero sin pasarse

En conclusión, Baladas de las noches tristes está bien. Se disfruta con su lectura, siempre y cuando uno prefiera más las novelas de "alta literatura" o "literatura seria" que la de best sellers. Si uno prefiere los libros que se leen como películas, donde la acción transcurre a velocidad vertiginosa y siempre hay algún misterio que resolver, el libro de Ferrero se quedará corto. No hay por qué hablar bien de lo uno y denostar lo otro. Simplemente estoy haciendo una advertencia para los distintos tipos de lectores que hay ahí fuera. Es más, incluso para quienes disfrutan con la literatura con pretensiones más artísticas (por contraposición a la que solamente aspira a entretener), este libro de Jesús Ferrero puede quedarse corto. Definitivamente, no llega a estar a la altura, creo, de obras anteriores como Opium o Bélver Yin. Aquellas otras novelas tenían una cierta sensualidad que, aunque presente en esta otra, no llega a adquirir forma. Balada de las noches tristes casi se lee en ocasiones como la larga (quizá demasiado larga) historia de un grupo de chavales más o menos afortunados en comparación con la mayoría de españoles en aquella época tan gris del tardofranquismo que no hacen sino dar bandazos de un sitio a otro sin dirección alguna y perder el tiempo en devaneos propios de quien tiene mucho tiempo entre sus manos. Sé que suena duro, pero es así.

miércoles, 10 de agosto de 2011

Religión, ética y costumbres en la Grecia clásica

Sobre el modo que tenían los antiguos griegos de entender la religión y la ética:
Nada me ha sorprendido más de los antiguos griegos que el hecho de constatar que les preocupaba mucho más la conducta moral, la ética y sus relaciones consigo mismos y con los otros que los problemas sexuales o religiosos. ¿En qué nos convertimos tras la muerte? ¿Qué son los dioses? Esas preguntas no tenían importancia alguna para ellos porque no estaban ligadas a la ética, y la ética a su vez no estaba ligada a un sistema legal. Por ejemplo, las leyes contra la mala conducta sexual eran escasas, por no decir inexistentes. Eso no les importaba demasiado, lo que de verdad les interesaba era la construcción de una moral que fuese en realidad una estética de la existencia.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, pp. 323-324)

No sé hasta qué punto todo esto pueda ser cierto, aunque sin duda algo de verdad hay en ello. La religión de la Grecia clásica (o de la Roma antigua, igualmente) era demasiado ambigua, abierta y tolerante. Le faltaba lo que quizá le sobra a las grandes religiones monoteístas: un sólido corpus doctrinario. La humanidad pasó de concebir la religión como conjunto de historias para dar sentido a la existencia a construir una religión como credo dogmático, como sistema de creencias indubitables que imponer a los demás. Dudo mucho que hayamos ganado nada con dar ese paso, salvo quizá en lo que respecta a sentir una mayor seguridad en nuestra fe (con todo lo que ello conlleva de puerta a la intolerancia).

¿Amar es querer ser amado?

Interesante cita recogida del libro:
Amar es querer ser amado —había dicho Lacan.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 245)

Ignoro si esas fueron realmente palabras de Lacan, y no me apetece lanzarme ahora a hacer búsquedas por la Web. Suena, no obstante, algo pesimista. Muy lejos de aquella idea romántica de amor, desde luego. Casi se diría, pues, que para Lacan el amor no es sino otra forma de solipsismo, si bien puede que esté oculto y solapado, precisamente para hacerlo más eficaz como tratamiento psicológico contra los males de la soledad. No habría nunca, entonces, amor del otro, sino únicamente amor de uno mismo, de una u otra forma.

El sinsabor de la ruptura

La relación de Ciro, el protagonista de la novela, con Beatriz es algo peculiar. Un amor infantil que crece en obsesión en la edad madura. Una relación tal vez insana y alocada. De ahí quizá el sinsabor de la ruptura, que se produce en más de una ocasión:
Llegamos al alba, aún bajo las luces de la noche que se extinguía, y al arrojarme a la cama pensé que de poco servía amar y haber consumido noches y más noches dando más de la mitad del alma a otro. Todo llegaba a su momento de entropía, a su punto muerto. Ahora sentía paletadas de tierra amarilla sobre mi cabeza, en una fosa llena de cal viva y cal muerta. De pronto mi vida con ella parecía tan insufrible que me daban ganas de jugar a la ruleta rusa. Su mirada de asco hacia mí llenaba de oscuridad las estaciones del pasado, las ciudadaes a las que llegábamos al alba, los amigos que habíamos ido dejando por el camino, todo.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 241)

Esa misma sensación se ve acrecentada apenas dos páginas más allá:
Felizmente la ruptura se ha consumado, la ruptura espacial, que es la que importa, y he aquí que al fin se halla sola, en una hermosa cama que huele a sábanas limpias, respirando con un placer que hace mucho no experimenta, abierta a la vida y a todos [sic] las embestidas del destino, abierta a hombres que se deslizan por la noche como vampiros exquisitos, que tienen algo de vertiginosamente femenino en su forma de acariciar, que son suaves, elegantes, decididos... O todo lo contrario: hombres duros como diamantes, algo enloquecidos pero profundamente románticos y muy ágiles y zalameros en la cama. O quizá hombres anónimos, en habitaciones de hotelpara una sola noche, o dos... Hombres, hmbres, hombres. Cualquier hombre en realidad menos yo, encarnación en ese momento del espíritu de la pesadez.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 243)

Triste final de una historia de amor.

Leyendo "Rayuela" como un folletín por fascículos

Maravillosa forma de lectura por capítulos:
(...) Al día siguiente subimos al tren que habría de dejarnos finalmente en París, ciudad que volvía a parecernos a la medida de nuestro deseo tras leer ese verano Rayuela, en un ejemplar del que Beatriz iba arrancando las páginas para pasármelas a mí. Esa modalidad de lectura me fue creando la impresión de estar leyendo un apasionante folletín sobre los misterios de París, compuesto de cuadernos y más cuadernos bien nutridos de discusiones amenas, amores trágicos, muertes de niños inocentes, borracheras existencialistas y divinas comedias bajo el cielo de París, en un tiempo de cerezas que se iba tornando amargo.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, pp. 230-231)

Claro que quizá no sea la mejor forma de leer precisamente Rayuela, que si por algo se caracteriza es precisamente por la falta de formalidad alguna en su estructura, lo que permite al lector leer sus capítuclos de la forma que crea más conveniente. En todo caso, sueña uno con un tiempo en el que quzá la gente tomara la decisión de mudarse a una ciudad por influencia de un libro o un autor determinados. Quizá eso no existiera nunca, pero suena bonito.

martes, 9 de agosto de 2011

¿Se conquista por los ojos o por la palabra?

Vieja cuestión de debate, supone uno:
No me atrevo a ser tan romántico —dije de pronto yo, tras apurar my copa—. El amor es lo mismo que la guerra —y me encogí de hombros—. Como dijo una reina de Francia, plaza que parlamenta está medio conquistada, y si bien el primer beso se da con los ojos, como ha dicho Alvar, conquistamos con la palabra.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 143)

Desde luego, no me cabe duda de que lo primero que nos llama la atención es lo que nos entra por el ojo. Sin embargo, si después falla la conversación, se dice que la cosa "no llega a encajar". Y, por último, no conviene olvidar la importancia de "la química" que, aunque suele tomarse como sinónimo de similitud de caracteres, quizá convenga interpretar más bien literalmente como atracción olfativa a través de las feromonas. El aspecto éste, empero, suele quedar siempre en la cuneta. Se nos está atrofiando el sentido del olfato.

Contraposición de amor infantil y amor adolescente o maduro

Comparación del amor vivido desde la infancia con el que se experimenta en la adolescencia y la madurez:
El contenido de mis sospechas me obligó a ser consciente de la diferencia entre el amor en la infancia y en la adolescencia. Podía ser que en la infancia la piel se enardeciera como después o más, pero quizá no se llegaba a ninguna forma de profundidad mental porque las almas no se enredaban en un denso tejido de malentendidos, hijos de los pliegues que las conciencias sólo empiezan a tener már tarde, cuando ya sienten y saben que la transparencia es una ilusión, y que el amor es una sucesión de preguntas mal formuladas y respuestas mal entendidas.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, pp. 133-134)

O, lo que es lo mismo, que la edad lo complica todo, tal vez muy a nuestro pesar.

Fragmento autobiográfico de un joven inquieto

El siguiente fragmento tiene toda la marca de ser realmente autobiográfico, de tratarse de una descripción del propio Jesús Ferrero como adolescento sensible e inquieto, interesado por las artes y necesitado de encontrar la válvula de escape que le permitiese expresar todo eso que llevaba dentro:
...en muy poco tiempo pasé, casi sin mediación, de la literatura juvenil a leer El extranjero y La náusea, a los quince años, y las novelas de Fizgerald y Hemingway a los dieciséis. Poco después descubrí a los surrealistas y empecé a leer traducciones en español y francés de poesía china y japonesa, y más tarde me acerqué a la novela iberoamericana, al nouveau roman y al noveau cinema, de forma que llegué al final del bachillerato convertido en un pedante peligroso y enloquecido.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 116)

La descripción llega a lo más hondo porque, como adolescente, tampoco me diferenciaba mucho de lo que ahí describe Ferrero. Eso sí, él tomó el camino de la literatura y el arte y yo preferí el del ensayo y la militancia política (sin que ello implique, ni muchísimo menos, que no tuviera también mis inquietudes literarias y artísticas). Eso sí, el punto en común de ambos casos es la pedantería y el enloquecimiento a fuer de caminar por un camino nada trillado a esa edad.

lunes, 8 de agosto de 2011

La infidelidad como fórmula para reinventarse a uno mismo

Ferrero habla en la página 86 de la infidelidad como especie de fórmula para reinventarse a uno mismo en un momento determinado de la vida:
De pronto, pensé que mi padre quería matarnos a mi madre y a mí, y que aquello que acababa de leer la maestra era una especie de revelación del destino. En parte me equivocaba; más que matarme a mí o matar a mi madre, mi padre quería matarse a sí mismo: convertirse en otro. Todos queremos convertirnos en otro varias veces en la vida, y por eso se estaba arrojando a los brazos de la madre de mi amiga.

(Jesús Ferrero: Baladas de las noches tristes, p. 86)

Suele ser lo que a menudo denominamos crisis de los cuarenta. Uno se pregunta cuántos casos de amoríos e infidelidades conyugales pueden tener su origen en este necesidad de "reinventarse".

Desazón ante la tentación de la carne.

Me gusta la forma en que Ferrero expresa le desazón de Camilio (jesuita, pero mujeriego impenitente) mientras se dispone a entrar en la casa de Verónica, una antigua novia "de carne blanca y voluptuosa":
Avanzaba, retrocedía.
Avanzaba de nuevo.
Pensaba que le esperaban las fuentes más vivas del placer, las que conectaban directamente con el pasado y con lo que había quedado pendiente.
Sentía que le aguardaba la fusión de la carne.
Oh, Dios, la fusión nuclear de la materia que siente.
Lo creía mientras avanzaba, lo sabía cuando retrocedía y cuando avanzaba de nuevo.
Lo recordaba.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches bravas, pp. 33-34)

Me parece maravillosa esa expresión de la desazón que se adueña del alma de Camilo, pero tiene uno la sensación de que lo estropea con los comentarios sobre la "fusión de la carne", sobre todo en el momento de convertirlo en "fusión nuclear de la materia que siente", donde el autor roza lo ridículo y rimbombante.

Balada de las noches bravas

Novela sobre la bravura del amor, sobre sus momentos infernales y celestiales, que tiene como marco la generación que creció bajo el franquismo, presenció el crepúsculo de las ideologías y disfrutó del rock and roll. Una mujer, Beatriz, va a ser testigo privilegiado de esta ceremonia descrita desde la intimidad de un narrador que la ama y la persigue, de forma que la novela se convierte en una historia presidida por Eros, en todas sus variantes sentimentales y sexuales. Es también la historia de los últimos afrancesados que vieron nuestro país, hijos de una época en la que París era todavía el faro que guiaba a muchos aprendices de escritor que acababan convergiendo en ella y que en ella conocían el amor y el desamor.

Nueva novela de Jesús Ferrero, de quien ya leí en su momento Bélver Yin y Opium, allá en la segunda mitad de la década de los ochenta, cuando me mudé a vivir en Madrid para realizar mis estudios universitarios. Aquellas lecturas, de hecho, me introdujeron a la literatura española contemporánea.

Descripción técnica:
Título: Balada de las noches bravas.
Autor: Jesús Ferrero.
Editorial: Siruela.
Edición: primera edición, Madrid (España), 2010 (2010).
Páginas: 442 páginas.
ISBN: 978-84-9841-440-0