martes, 12 de agosto de 2008

Ética privada y ética pública o la importancia de la virtud en nuestros representantes.

Leyendo el libro de Camps y Giner me encuentro con la siguiente reflexión que me pareció sumamente interesante por sus implicaciones:

La vida privada y la pública son mundos continuos, no separables del todo. Son las mismas personas las que tienen que estar en uno y otro sitio. El que no sabe ser educado con su propia mujer es difícil que sepa serlo en el metro o en la oficina. El que no ha aprendido a convivir en casa, no podrá improvisar formas de convivencia fuera de ella. La virtud —decían los antiguos— es una disposición a actuar de determinada manera, algo habitual, no "puntual", como diríamos en el lenguaje algo absurdo de hoy. No es posible despojarse de unos hábitos en privado y vestirse con ellos en público. O sólo es posible para quienes creen que la vida es sólo una comedia cruel.

(Camps y Giner: pp. 91-92)

¿Y por qué digo que la cita me parece sumamente interesante? En fin, de todos es conocida la obsesión rallana en lo enfermizo que el votante medio estadounidense parece tener hacia el trapicheo de noticias sobre la vida privada de los candidatos a los distintos cargos políticos. Y es igualmente sabida la opinión del europeo medio sobre el tema, achacándolo a un puritanismo intolerante muy propio de los norteamericanos pero contra el que nosotros estamos, al parecer, vacunados. Pues bien, la reflexión de Camps y Giner viene a arrojar luz sobre este tema, permitiéndonos verlo desde otro punto de vista. ¿Y si resultase que, después de todo, el votante estadounidense no anda tan descaminado? Hay que tener en cuenta que en su sistema político no se votan listas bloqueadas y cerradas, sino candidatos individuales que, en numerosas ocasiones, mantienen puntos de vista que vienen a radicalizar o moderar las posiciones del partido político al que pertenece. A lo mejor tiene sentido conocer cómo se comporta un determinado candidato en privado antes de decidir si le puedo confiar mi voto. Después de todo, como bien afirman Camps y Giner, "no es posible despojarse de unos hábitos en privado y vestirse con ellos en público". No hay más que recordar el bochornoso espectáculo que ofreció Jesús Gil en Marbella, por poner tan sólo un ejemplo. Conociendo los antecedentes del personaje, ¿quién no pudo predecir lo que se avecinaba? Y cuidado, porque no estoy haciendo un llamamiento a convertir nuestras elecciones en una caza de brujas ni nada por el estilo. Simplemente estoy señalando que a lo mejor el comportamiento del votante medio estadounidense no es tan descerebrado como pudiera parecernos. Claro que eso tampoco responde dónde debemos colocar los límites a este tipo de comportamiento para evitar los excesos.

3 comentarios:

Rosario Colombres dijo...

Estoy completamente de acuerdo en que vida privada y pública constituyen un continuo aunque muchas veces proyecten imágenes distintas. Creo que también los votantes europeos están interesados en la vida privada de sus candidatos aunque los parámetros sean distintos al de los votantes norteamericanos ya que éstos están (a nuestro modo de ver) demasiado centrados en la vida sexual de los candidatos. Mientras que el episodio de Clinton con la becaria fue una tormenta en Estados Unidos, a mi me resultó totalmente irrelevante, vamos, como si en vez de becaria hubiese sido becario ...a mi no aporta ningun dato acerca de un político. Recuerdo que aquí en España se quiso montar un escándalo en torno a Alfonso Guerra cuando se supo que iba a tener un hijo (resultó hija) fuera del matrimonio, pero todo se diluyó cuando le preguntaron por la veracidad de la noticia y Guerra contestó "Si, ¿y qué?".
A mi, como votante, sí que me interesa la vida privada de los candidatos, me interesa saber si utilizan los servicios públicos, si tienen bombillas de bajo consumo, qué leen, si conviven con animales de compañía (según mi madre jamás deberia fiarme de alguien a quien no le gustan los gatos), etc. Total, que todos nos interesamos por la vida privada de los candidatos, solo que los parámetros varían de un sitio a otro y no soy quien para juzgar qué parámetros son los correctos. Cada cual es muy libre de elegir a sus gobernantes segun sus propios parámetros y no con parámetros impuestos ("nadie puede cazar a los chacales de Mazandarán sino el perro de Mazandarán", como diría mi marido).
Problema peor es el que planteas con Jesús Gil porque no me cabe duda que quienes lo votaron no solo conocían perfectamente su vida privada, sino que fue precisamente por eso que le votaron. Si pones un zorro a cuidar las gallinas evidentemente es porque esperas "pillar cacho". Quienes votan así solo esperan poder beneficiarse de las migajas que se le caigan al ladrón.
Perdón por el rollo que te he soltado ... me has pillado con ganas de hablar. Un abrazo.
Rosario Colombres.

Rosario Colombres dijo...

Ah! y me gusta mucho tu blog. Felicitaciones.

Jesús Ortega dijo...

De "rollo" nada. Para eso están cosas como Facebook o los blogs: para intercambiar opiniones y aprender unos de otros (eso sí, siempre y cuando se guarden las formas y sea uno respetuoso, como parece ser tu caso por lo que he conocido de ti en línea).

Me gustaría hacer unas cuantas puntualizaciones con respecto al comentario que haces del escándalo Lewinsky. En primer lugar, la amplia mayoría de asuntos que salen a la luz en los EEUU durante las campañas electorales tienen bien poco que ver con asuntos de relaciones extramaritales. De hecho, este verano lo estoy pasando en Minnesota donde se está desarrollando una enconada campaña entre dos candidatos a representar el Estado en el Senado y los ataques de este tipo que se están dando están relacionados con la supuesta evasión de impuestos, y no con temas sexuales. En mi experiencia, la amplia mayoría de "escándalos" que se airean durante las campañas suelen ser de esa naturaleza, pero por supuesto se trata de algo que no llama mucho la atención en el extranjero. La prensa española o francesa encuentra mucho más llamativo publicar noticias sobre escándalos sexuales de un Presidente de los EEUU que no sobre el impago de impuestos de un candidato a senador por Minnesota que nadie conoce. Así pues, la tergiversación (o, cuando menos, distorsión) es en buena parte responsabilidad de nuestros propios medios de comunicación. Hay que andarse con cuidado al juzgar a una sociedad que no conocemos por las noticias que publican nuestros medios, y esto se aplica a los EEUU tanto como a España o cualquier otro país.

En segundo lugar, el famoso affaire Lewinsky iba mucho más allá de tratarse de un "lío de faldas", aunque una vez más los medios de comunicación a menudo recurriesen a ese tópico. Bill Clinton no estuvo a punto de perder la moción de confianza por su infidelidad matrimonial, sino por mentir bajo juramento en un juicio en el que, además, se le acusaba de acoso sexual en el puesto de trabajo. Tanto lo uno como lo otro es bastante serio, sobre todo para un Presidente.

Finalmente, si los escándalos centrados en la vida sexual de los candidatos pueden o no ser relevantes dependerá en buena medida del discurso oficial de dicho candidato. Tendrás que concederme que descubrir que un político republicano firmemente opuesto a la homosexualidad como "aberración moral" mantiene relaciones homosexuales es ciertamente relevante en el marco de una campaña electoral, sobre todo si el sistema político en cuestión es de representación uninominal.