domingo, 28 de marzo de 2010

Sobre la pose "revolucionaria" de las bandas de rock.

Aunque el libro de Ordovás representa una buena síntesis de lo que representó el rock ácido de California a finales de los sesenta y principios de los setenta, peca en exceso de una retórica grandilocuente en lo que respecta a los efectos sociales y políticos de la música rock. Se trata, por otro lado, de una defecto muy típico entre quienes escriben sobre los movimientos musicales más o menos contraculturales (el rock ácido, el punk...). A menudo se confunde lo revolucionario con la mera pose rebelde, la adopción de modas y costumbres rompedoras con lo tradicional, pero no por ello necesariamente revolucionarias ni transformadoras. Se confunde la transgresión con la revolución, la imagen con el contenido. Esto viene sucediendo, al menos, desde la década de los sesenta, precisamente, y ha llegado a extenderse como un auténtico cáncer entre las filas de la izquieda sociológica por casi todo el mundo. Ni que decir tiene que dicha evolución no hace sino incrementar las posibilidades de que cualquier tipo de contestación sea fácilmente asimilada por el establishment, pues la crítica no pasa nunca de lo más superficial.

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