miércoles, 15 de octubre de 2008

Centro como moderación.

El centro político nunca ha sido fácil de definir. Desde la izquierda se lo considera, a menudo, un mero trasunto del conservadurismo y la derecha, mientras que desde ésta se piensa que le hace el juego al progresismo. Al final, la mejor definición sea quizá no una que defienda su equidistancia de los dos polos —algo, por otro lado, realmente imposible—, sino su afirmación de la moderación en las formas:
La fórmula UCD, que estoy tratando de analizar, sólo se explica como sugerencia de un terreno de juego en el que, a tenor de los conflictos internos, lo único que se puede ofrecer al exterior del partido, como oferta electoral y como proyecto político de sociedad, es un emblema de moderación.

(Chamorro: p. 76)

En este sentido, tiene poco de sorprendente que los españoles decidieran apostar por la moderación (y, por consiguiente, por quienes mejor la representaban durante la transición, esto es, la UCD) en un intento de huir de un pasado reciente dominado por los radicalismos, la intolerancia y el maximalismo que dejaron tantos muertos sobre nuestra tierra. El mismo Chamorro lo deja bien claro en su libro:

Por lo que respecta al primer punto, a la articulación consensual hacia el exterior, UCD es un partido de engarce ideológico entre socialdemócratas, liberales y democristianos que se articularon como mejor fórmula de desenvolvimiento frente a la derecha tradicionaly franquista, por un lado, y la izquierda clásica, por el otro. Ese engarce ideológico se vio favorecido con la decisión mayoritaria -aunque relativa en términos parlamentarios- de voto de un electorado que si por algo estaba era por la normalización y por el deseo de que no se repitiera el viejo rictus histórico en el que las cosas se salieran de quicio y llegaran a más.

(Chamorro: p. 225)

Ahora bien, basar toda la identidad política de UCD en la moderación tuvo también su coste: conforme PSOE y AP fueron virando hacia el centro, le fueron achicando espacios. Si entendemos esto, y sumado a las propias divisiones internas de un partido aglutinado más en torno al poder que a cualquier programa o proyecto más o menos definido, no puede sorprendernos el destino fatal del partido tras las elecciones de 1982. Sencillamente, desaparecido el aglutinante fundamental (esto es, el poder), UCD dejó de tener una razón para existir. Los elementos socialdemócratas se marcharon al PSOE, los democristianos al PP y los liberales al CDS.

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