miércoles, 15 de octubre de 2008

El programa político de la UCD.

El programa centrista se correspondió con lo que se llevó a cabo durante la transición. Aparte de la instauración de un régimen democrático y un reparto más equitativo de la riqueza sin necesidad de recurrir a las nacionalizaciones, todo lo que se proponía era más bien de sentido común:
En el resto de los apartados programáticos UCD no se distanciaba sensiblemente de lo que ya comenzaba a considerarse normal. Una política interior basada en la defensa de la economía social de mercado, con incidencia del Estado en los sectores monopolistas y en "aquellos en los que se produzca una excesiva concentración de capital"; una política exterior de relaciones políticas plenas con todos los países y con el designio de conseguir la recuperación de la soberanía sobre Gibraltar y la integración en el Mercado Común, y una política social en libertad sindical, con jornada semanal de cuarenta horas, igualdad de derechos para el hombre y la mujer y planificación familiar asistida por la Seguridad Social.

(Chamorro: pp. 173-174)

De hecho, casi puede decirse que aquél programa centrista se ha convertido, con el paso del tiempo, en el consenso político español, las líneas maestras sobre las que llevar adelante unas políticas de Estado que contarán con el apoyo más o menos entusiasta de socialistsas y populares —salvo, quizás, en la política exterior, donde Gibraltar ha perdido la centralidad que tenía entonces y el proyecto de integración europea ha crecido sin lugar a dudas en importancia. En estos momentos, creo que puede afirmarse sin temor alguno que tanto el equipo dirigente del PP como el del PSOE se identifican en líneas generales con este programa a grandes trazos, lo cual ya supone un avance enorme comparado con las divisiones de nuestro pasado. Únicamente encontramos el deseo de ir mucho más allá de estas líneas entre ciertos sectores minoritarios de ambos partidos y, por supuesto, Izquierda Unida. Como ya digo, esto le puede parecer a algunos insuficientemente plural, pero para un país que ha conocido las divisiones sociales y políticas que ha conocido España durante los siglos XIX y XX, supone sin duda un avance.

Cabe preguntarse, sin embargo, cómo es posible que el programa político de la UCD de entonces haya sido asumido casi sin condiciones por la derecha y la izquierda (en otras palabras, que haya triunfado en todos los frentes) y, a pesar de ello, el centro político haya desaparecido del Parlamento. La respuesta, obviamente, sólo puede ser que conforme PP y PSOE se han ido corriendo hacia el centro, el votante medio no ha creído necesario entregar su apoyo a unas fuerzas políticas minoritarias cuya única función posible era la de convertirse en partidos-bisagra. En este sentido, creo que el electorado español ha cometido un gravísimo error que tarde o temprano habrá que corregir. Y digo esto por varias razones. En primer lugar, el hecho de que los partidos mayoritarios se corran hacia el centro en lo que respecta a sus políticas no quiere decir que lo hagan también en cuanto a sus formas. De hecho, cabe esperar precisamente lo contrario: conforme disminuyen las diferencias políticas de auténtico calado entre socialistas y populares, no les queda más remedio que enfatizar otros aspectos más superficiales (acusaciones de corrupción, carácter de los líderes, decisiones particulares que puedan considerarse erróneas o que al menos conllevan un claro coste político, etc.). De ahí que los niveles de crispación política no hayan hecho sino aumentar en los últimos años, precisamente conforme ambos partidos se movían ideológicamente hacia el centro. Pero es que, en segundo lugar, los dirigentes de ambos partidos son perfectamente conscientes de que no hay ningún partido de centro que pueda competir por el voto moderado, lo cual les deja la vía libre para lanzarse a una estrategia de tierra quemada en la que el voto claramente identificado con unas siglas se consolida en tanto que el voto moderado no tiene más remedio que decantarse por uno de los dos partidos mayoritarios o abstenerse. Sencillamente, la amenaza centrista o moderada no existe en los análisis electorales, lo cual redunda en una mayor polarización de las estrategias políticas y electorales (eso sí, solamente en lo que respecta al mensaje, que no al contenido mismo de las políticas que se proponen).

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