Perder es el gesto más noble de la vida.
Pero no hay que engañarse. Sólo quien tuvo pierde.
Perder es por ello un doble triunfo. El desdén
de ahora y el cortejo relumbrante del principio.
Aceptar la miseria tras el oro. Complacerse
en ser nadie, siendo rico. Deshacerse de todo.
Gustar el fango con paladar de príncipe.
(Creadores estériles o reyes en el exilio.)
Pero el verdadero perdedor no es el que busca,
sino el que acepta -realmente- su destino.
Luce lo que no es suyo. Y tiene deudas, alcohólico
y avejentado, como las tenían los jóvenes lords
de hace un siglo. Para comprar diamantes y caballos...
El perdedor nada quiere saber de cuanto amara
(ha puesto con desgana su firma en aquel libro).
Perder es ser otro y ser el mismo. Y vivir
al fin el tirón desgarrado de la carne, que ennoblece
y ensucia. Perder es un último acto de dandysmo.
(Luis Antonio de Villena: p. 98)
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