martes, 18 de agosto de 2009

Breve selección de haikus.

Ahí quedan otros cuantos ejemplos de la maravillosa simplicidad lacónica del haiku:

Lo simple y delicado, aunque bello:
Revolotea
la mariposa amarilla
sobre el agua.

(Masaoka Shiki: Haijin: p. 33)

Lo efímero de la belleza en toda su fragilidad:
La camelia,
plenamente florecida,
es ya fea.

(Takahami Kyooshi: Haijin, p. 37)

La ternura de la pareja de recién casados:
Primavera
junto a la almohada.
Mi esposa apaga la luz.

(Hino Shoojoo: Haijin, p. 43)

También lo cómico y ligero tiene lugar en la poesía del haiku:
Si a la luna llena
le ponemos un mango:
¡qué buen abanico!

(Yamazaki Sookan: Haijin, p. 49)

Preciosa imagen de soledad nocturna:
Noche de luna.
Sale el grillo
y canta en la piedra.

(Chiyojo: Haijin, p. 76)

Y, por último, la crudeza del gélido invierno:
¡Esta será
mi última casa!
Metro y medio de nieve.

(Kobayashi Issa: Haijin, p. 98)

lunes, 17 de agosto de 2009

Una estrategia para el despegue.

Y llegamos por fin a las últimas páginas del libro, donde Rojas-Marcos adelanta un esbozo de solución a los problemas que ha ido describiendo en las páginas precedentes:
Ante esta situación general, la solidaridad que precisa Andalucía no se circunscribe sólo a transferencias de renta. La política exclusiva de subvenciones y ayudas no hace más que retrasar nuestro desarrollo...

Lo que necesitamos es corregir el desequilibrio territorial básico, la desigualdad en los factores clave de generación de riqueza: educación, infraestructuras -especialmente de comunicación- y tejido empresarial innovador autóctono. Necesitamos llegar a ser una economía productiva con dinamismo propio, no subsidiada ni marginal.

Más allá de estas consideraciones, en el fondo de esta desigualdad se esconde la causa última que sólo nosotros podemos remediar: la falta de ambición, algo que nadie puede prestarnos.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 129)

Una vez más, tampoco se trata de nada nuevo. Que el mero subsidio no es la solución a nuestros problemas, ¿quién lo pone en duda? ¿Significa eso que debiéramos renunciar a las ayudas del Estado y la Unión Europea? Los andalucistas desde luego serían los primeros en poner el grito en el cielo y sacar a la palestra el concepto de solidaridad. ¿Qué hacer, pues? Cierto, tenemos que transformar nuestra estructura económica y social, dice Rojas-Marcos. Debemos pasar por una transición que nos permita reducir el peso de los sectores tradicionales de nuestra economía (agricultura, turismo...) y fomentar aquellos otros sectores donde se crea mayor valor añadido. Estupendo. Una vez más, ahí creo que estamos todos. El problema, por supuesto, es cómo hacerlo, y ahí es donde Rojas-Marcos tiene bien poco que ofrecer, salvo unas cuantas recetas genéricas que ya conocemos todos sobradamente. Habla de "una intervención pública deliberada" para fomentar el paso de un modelo económico al otro, movilizando recursos, seleccionando a aquellos individuos con mayor talento y exigiendo calidad. En fin, un magnífico listado de generalidades que seguramente sonarán bien a todos los andaluces y andaluzas, pero que no entra jamás a exponer ideas concretas.

Peor aún, Rojas-Marcos parece ignorar que dicha transformación de nuestra estructura económica tendrá inevitablemente consecuencias sociales, generando unos ganadores y unos perdedores claros. ¿Cómo piensa él afrontar ese otro problema? ¿Qué sucederá con la Andalucía rural, la que tanto tiene invertido en el sector de la agricultura? ¿Y qué decir de los efectos que dicha transformación pueda tener en nuestra identidad, que en un principio debiera ser algo de vital importancia para un nacionalista como él?
Yo no tengo problema alguno con el programa que expone, pero él parece obviar no sólo las dificultades para llevarlo a cabo (que van mucho más allá, por supuesto, de la supuesta indiferencia de los gobernantes socialistas, como implica el autor), sino también las consecuencias que tendrá para millones de andaluces que no tendrán más remedio que reciclarse a marchas forzadas. Nada de eso merece siquiera una reflexión en el libro. En su lugar, prefiere sumergirse en la retórica al uso:
Entre las cosas esenciales que debe hacer el Gobierno andaluz es fraguar un pacto con las fuerzas políticas sobre las líneas maestras de la estrategia global, que garantice su continuidad a largo plazo, gobierne quien gobierne.

Pero debe, además, negociar las condiciones salariales, fiscales, de flexibilidad laboral y horaria, así como los objetivos de inversión en áreas prioritarias, para que Andalucía pueda competir con ventaja para captar las inversiones, la tecnología y el talento que necesita atraer del exterior. No basta con la paz social de la mediocridad, que garantice la tranquilidad de que todo quede como está para los instalados de la sociedad, mientras un tercio de esa sociedad se queda al margen.

(Alejandro Rojas-Marcos: pp. 134-135)

Muy cierto todo, pero se trata de generalidades con las que difícilmente nadie puede estar en desacuerdo. El problema, por supuesto, está en los detalles: ¿de qué condiciones salariales y fiscales habla? ¿A qué tipo de flexibilidad laboral y horaria se refiere? Peor aún: ¿cómo se implementa? ¿Por decreto? No escondo mi preocupación de que un PSOE demasiado dependiente de sus apoyos electorales en las zonas rurales esté perdiendo a pasos agigantados la capacidad política de llevar a cabo este tipo de transición de nuestro modelo económico, pero hecho en falta asimismo cierta valentía por parte de Rojas-Marcos a la hora de reconocer bien a las claras que dicho programa tendrá consecuencias negativas sobre una buena parte de la población, que tendrá que adaptarse a las nuevas circunstancias. En otras palabras, no leo en ningún sitio que hable de sangre, sudor y lágrimas, ni tampoco que demande sacrificio alguno de andaluces y andaluzas, cuando todos sabemos que las consecuencias de dicho programa de transformación requiere esos sacrificios.

Por último, hay un punto que me parece de extraordinaria importancia, a pesar del hecho de que Rojas-Marcos sólo lo menciona de pasada: nada de esto será posible sin la ambición de todos los andaluces y andaluzas. Y, en este sentido, creo que bien poco puede aportar el andalucismo. Si algo nos sobra en nuestra tierra es precisamente esta conciencia narcisista que nos lleva a pensar demasiado a menudo que somos el centro de la creación, el lugar donde mejor ha prosperado la filosofía del saber vivir (como el propio Rojas-Marcos indica en el libro en un par de ocasiones). Teniendo esto presente, ¿quién piensa que el nacionalismo vaya a poder romper las cadenas de la autosatisfacción que vienen lastrando nuestro desarrollo desde hace tanto tiempo? Personalmente, sólo veo como posibilidad de futuro la apuesta por un proyecto de modernización que nos saque del estupor autocomplaciente. Y esto, desde luego, no es posible desde los esquemas de un nacionalismo que tiene la necesidad de fomentar precisamente eso, la autocomplacencia, el narcisismo.

sábado, 15 de agosto de 2009

La España asimétrica.

Y llegamos, ya en el capítulo quinto, al tema que tanto ha dado que hablar en estos últimos años, sobre todo a raíz de las reformas de algunos estatutos de autonomía durante el Gobierno de Zapatero:
En este contexto de cambio en el mundo globalizado y en proyecto europeo, en España se avecina un nuevo periodo constituyente que pone nuevamente en cuestión el arco de bóveda de nuestro sistema constitucional: la ordenación territorial del Estado.

La actual ofensiva neoconstituyente, desde Cataluña y Euskadi, a favor de una España asimétrica, tiene sus orígenes en las catacumbas de la Dictadura franquista, donde los primeros demócratas ya apostaban por la asimetría al referirse a la estructura territorial del Estado español. Socialistas, comunistas y nacionalistas catalanes y vascos apoyaban esta tesis, fundamentalmente, con un argumeto de facto: la aprobación de los Estatutos Catalán y Vasco durante la II República, que consagró a Cataluña y Euskadi como "regiones autónomas". Naturalmente, el uso de este argumento les obligaba a incluir a Galicia. No obstante, los argumentos ideológicos de las citadas fuerzas políticas diferían, porque nacionalistas catalanes y vascos alegaban, además, su conciencia de pueblo, su identidad nacional y su voluntad colectiva.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 105)

¿Podemos remontar los orígenes de la España asimétrica realmente a esa época de la que habla Rojas-Marcos? Después de todo, como él mismo afirma, durante la Segunda República solamente llegaron a aprobarse dos estatutos de autonomía, el catalán y el vasco. Otros dos, el gallego y el andaluz, estaban comenzando los trámites, aunque no puede dudarse que el primero estaba sin duda más avanzado en ese proceso que el segundo. Es más, en tanto que parece claro que Galicia hubiera acabado teniendo su propio estatuto de autonomía si la República no hubiera sido interrumpida por el golpe de Estado de Franco, no puede decirse lo mismo con respecto a Andalucía. En otras palabras, puede parecer bien o mal, puede doler o no, pero lo cierto es que, en lo que respecta a la identidad nacional dentro del Estado español, existe de hecho una asimetría fácilmente verificable que no puede achacarse totalmente a la invención por parte de ciertas fuerzas nacionalistas, ni tampoco de los socialistas y comunistas durante el tardofranquismo. En este sentido, me parece que Rojas-Marcos peca de simplista. De ahí que concluya:
Como conclusión, podríamos afirmar que la mayor diferencia, en términos prácticos reales, que define la llamada España asimétrica, es la diferencia política de un poder autóctono con capacidad de presión e influencia sobre el conjunto de España. Poder autóctono que no existiría si no estuviera sostenido por una diferencia económico-social que juega a su favor. Esta es la realidad de fondo y el sentido último que se vislumbra tras el proyecto de la España asimétrica. Sin el poder económico y social que la sostiene no tendría sentido ni fuerza. Aquí la diferencia de poder se confunde con el poder de la diferencia.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 109)
Cierto, lo que marca la diferencia es la asimetría de poder entre, digamos, Cataluña y La Rioja. Hay ahí una asimetría evidente. Pero lo que no se pregunta Rojas-Marcos es porqué existe dicha asimetría. Él parece pensar que la diferencia de poder lleva a una mayor consolidación de la identidad, cuando quizá lo contrario sea lo cierto: son precisamente aquellas comunidades con un mayor sentido de la identidad las que cuenta con una mayor cuota de poder. En otras palabras, Rojas-Marcos hace una explicación claramente deficiente del fenómeno: explica el mayor sentido de la identidad en ciertas comunidades autónomas como consecuencia de gozar con una mayor cuota de poder, pero no dice de dónde pueda provenir dicha mayor cuota de poder.

jueves, 13 de agosto de 2009

El haiku y lo andaluz.

Ricardo de la Fuente nos habla en la presentación del libro sobre la influencia que el haiku ha tenido en la poesía española e hispanoamericana a partir de principios del siglo XX. De hecho, ya a finales del siglo XIX llega a Europa de la mano del Parnasse Contemporaine y, algo más tarde, de los impresionistas. Pero fue a patir de los años veinte cuando se extendió entre nuestros poetas, encontrando en Antonio Machado un firme defensor (algo que se observa, sobre todo, en su volumen titulado Nuevas canciones). La teoría puede parecer descabellada, pero lo cierto es que algunos elementos de la poesía del haiku y algunos de los poemas incluidos en esta antología pueden trasladarse casi literalmente a la realidad andaluza. Ahí van algunos ejemplos:

La hormiga
se destaca
en el albor de la peonía.

(Yosa Buson: Haijin, p. 54)


Donde se juega con el contraste entre la blancura de la peonía y el negro color de la hormiga. ¿Cuántos contrastes como éste no se verán en el paisaje andaluz? Se trata, además, de una imagen muy usada también en nuestra poesía.

¿Y qué decir de éste otro?
Canto de cigarra.
Aunque no lo parece,
pronto morirá.

(Matsuo Bashoo: Haijin, p. 50)

¿Quién ha pasado por nuestra tierra andaluza y no recuerda el canto de la cigarra (o, como se la denomina por aquí, la chicharra)?

Otro poema, algo más centrado en los estereotipos, también puede aplicarse a Andalucía:

Golondrinas.
Da cabezadas
el albañil.

(Masaoka Shiki: Haijin, p. 31)


Finalmente, éste otro también puede concebirse en nuestro entorno, aunque quizá haya que sustituir el estanque (casi siempre seco por estos lares durante el verano) por el río:

En el estanque
la hierba flotante se mueve.
Noche fresca.

(Takahama Kyooshi: Haijin, p. 61)

Claro que casi lo mismo puede decirse de otros poemas y otros paisajes. También hay en esta antología loas al paisaje nevado que tendrían bien poca cabida en mi Andalucía natal. Y es que, supongo, cada uno puede leer en la poesía lo que quiera. Con esto sucede casi como con las predicciones del zodíaco.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Los problemas de la traducción aplicados al haiku.

La traducción, siempre difícil en el caso de cualquier texto literario, se hace aún más difícil en el caso de la poesía. Ni que decir tiene que el haiku dificulta todavía más la labor, tanto por el hecho de que está escrito originalmente en una lengua tan distinta a la nuestra como por su propio laconismo. De hecho, según cuentan quienes saben, el haiku carece a menudo de verbos, si bien éstos aparecen en la traducción para hacerlo al menos legible. Tiene poco de extraño, entonces, que nos encontremos con una enorme disparidad en las traducciones de un mismo poema. Tomemos, por ejemplo, el caso del siguiente haiku, sobradamente conocido por quienes se han molestado en investigar siquiera los fundamentos del espiritualismo oriental:
En el espejo antiguo del estanque
se sumerge una rana.
Ruido de agua.

(Matsuo Bashoo: Haijin, p. 25)

Una traducción alternativa de Octavio Paz figura en una nota a pie de página en este mismo volumen:
Un viejo estanque:
salta una rana ¡zas!
chapalateo

Por último, la primera vez que leí este famoso haiku de Bashoo fue en un libro de Luis Racionero, Filosofías del underground:

El viejo estanque,
una rana se zambulle:
el sonido del agua.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, Anagrama, octubre 1987, p. 83)

Quizá sea que esa primera traducción se ha quedado grabada en mí con mayor profundidad, precisamente por ser la primera que leí. Sea como fuere, el caso es que la sigo prefiriendo a las otras que he leído hasta ahora, a pesar de su similitud con la de este volumen que aquí comentamos, traducido por Ricardo de la Fuente.

El proyecto de integración europeo y la "política exterior" andaluza.

Rojas-Marcos se nos muestra como un claro europeísta (federalista, por más señas) en el capítulo dedicado al proyecto de integración europeo. Quizá algunas citas vengan a ilustrar esto:
La única medida real, capaz de alterar el proceso de alejamiento de los ciudadanos respecto de la Unión es la elección directa del Presidente de la Comisión Europea, auténtico presidente de Europa.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 85)

Una Unión Europea meramente estatal y supraestatal, sin referencia a sus pueblos, será un cuerpo sin alma. La institucionalización de Europa estará coja mientras gire exclusivamente en torno a instituciones supranacionales e intergubernamentales.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 86)

Europa debe optar por un proyecto abierto y un entendimiento político de la identidad de Europa, basado en sus instituciones y sus valores ciudadanos, en lugar de por un etnicismo y un culturalismo imposible de definir sin dejar fuera a una parte significativa y creciente de su población.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 93)

Cierto todo ello, pero se trata de algo igualmente compartido por otras fuerzas políticas, al menos del centro y centro-izquierda e incluso algunas del centro-derecha (los partidos democristianos, que siempre han mostrado una posición favorable al proceso de integración). Tan sólo en los últimos años hemos asistido al crecimiento del llamado euroescepticismo entre los partidos más conservadores, así como un retorno a la oposición al proyecto de integración por parte de una izquierda más o menos radical que lo identifica con el capitalismo puro y duro, como sucediera durante la década de los setenta. En cualquier caso, ni la propuesta de elegir al Presidente de la Comisión Europea de forma directa es original, ni tampoco parece que Rojas-Marcos entre a detallar en qué consiste esa Europa abierta y con una clara identidad política. Sí, entiendo que se refiere al concepto habermasiano de patriotismo constitucional, que por otro lado también es ampliamente compartido por casi todas las fuerzas políticas europeas. Pero ni siquiera intenta dibujar con unos cuantos brochazos en qué pueda consistir dicho proyecto. No pasa de generalizaciones y declaraciones de intenciones. Se trata de un defecto muy extentido entre los político, por cierto. Prefiere dejarlo todo en buenas intenciones y generalidades para que la oposición sea mínima, aunque el coste de tomar dicha actitud sea, por supuesto, la esterilidad política. Un problema, por cierto, muy típico de fuerzas políticas como la suya, que tantos bandazos ha dado en lo que respecta a su identificación ideológica. Lo suyo es presentarse como abanderado de los intereses andaluces, no concretar cuáles son los postulados ideológicos (esto es, los principios filosóficos fundamentales, los valores políticos) que les guían.

Por cierto, que se nos vuelve a plantear una vez más el mismo problema: ¿cómo piensa Rojas-Marcos influir en el proceso de integración europea desde las filas del andalucismo? ¿Con un único representante en el Parlamento Europeo en el mejor de los casos? ¿Sin compromiso alguno en ninguna formación política nacional o supranacional? Como decíamos sobre el capítulo del libro dedicado al análisis de los problemas globales: se trata, sin lugar a dudas, de una contradicción intrínseca de los nacionalismos periféricos.

martes, 11 de agosto de 2009

Haijin. Antología del haiku.

Antología de haikus japoneses agrupados según sus kigo en las cuatro estaciones del año. Esta edición incluye numerosas notas y comentarios a pie de página que vienen a aclarar el significado de muchos de los elementos incluidos en los versos, algo siempre necesario en un tipo de poesía tan extraña a la tradición occidental.

Ficha técnica:
Título: Haijin. Antología del haiku.
Autor: Varios autores.
Editorial: Hiperión.
Edición: cuarta edición, Madrid (España), 2008.
Páginas: 114 páginas, incluyendo índice de autores.
ISBN: 978-84-7517-351-1

"Un mundo nuevo", pero nada realmente nuevo que decir.

El capítulo titulado Un mundo nuevo merece cierta consideración si se quiere hacer un somero repaso al contexto internacional en que se desarrolla cualquier acción política hoy en día. No podemos decir, sin embargo, que Rojas-Marcos nos descubra nada nuevo. Se trata, por el contrario, de un análisis que hemos leído y oído en muchísimas ocasiones, algo con lo que cualquier individuo medianamente informado debiera estar ya familiarizado de sobra: la globalización de todas las facetas de la vida, las interrelaciones entre los países, la complejidad e inestabilidad del sistema internacional, la debilidad de la ONU, las intervenciones humanitarias, el Derecho Penal Internacional... en fin, un compendio de elementos y asuntos bien conocidos. Si acaso, merece la pena destacar algunas citas porque resumen sucintamente la naturaleza de algunos de los problemas. Por ejemplo, la falta de medios para responder a situaciones de crisis humanitaria:
No existe un sistema de emergencia civil internacional ni una fuerza de seguridad de intervención rápida, para socorrer en los desastres e impedir las matanzas. Pero, sobre todo, no existe una doctrina que defina cuándo, cómo, quién y con qué derecho y recursos interviene por razones humanitarias.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 66)

O, por poner otro ejemplo, la debilidad estructural de las Naciones Unidas, impedida casi por diseño de intervenir de forma activa en muchas de las crisis internacionales que se producen:
La gestión de los conflictos políticos y militares también ha sido ad hoc, limitada y unilateral, y siempre dominada por los intereses de Estados Unidos. Naciones Unidas ha quedado convertida casi en una organización benéfica, a la que en las crisis se le pide asistencia y se le impide gestión.

(Alejandro Rojas-Marcos: pp. 66-67)

Todo bien cierto. Ahora bien, ¿qué propone Rojas-Marcos que se haga desde el ámbito político autonómico? Ahí radica, me parece a mí, uno de los puntos débiles de la propuesta política nacionalista o regionalista: vivimos en un mundo globalizado claramente dominado por el efecto mariposa (esto es, donde una pequeña crisis en la otra punta del mundo nos puede afectar a todos), y lo que se nos propone desde el andalucismo es precisamente mirarnos al ombligo, defender "lo nuestro", afirmar nuestra identidad en lugar de abrirnos a los otros y, finalmente, limitar nuestra esfera de acción política a nuestra comunidad autónoma. La verdad es que no veo cómo pueda contribuir eso a solucionar los problemas globales de que nos habla el propio Rojas-Marcos. Es más, si acaso lo hará más difícil, pues el nacionalismo ni siquiera se preocupa de incardinar su acción política cotidiana en un proyecto nacional (mucho menos internacional) que contribuya a la resolución de esos problemas globales a los que hace referencia este capítulo.

lunes, 10 de agosto de 2009

La idea de la Andalucía aletargada.

Rojas-Marcos apunta y dispara ya desde las primeras páginas del libro:
En términos relativos, en el reparto de cartas de este poker del poder, los andaluces estamos donde estábamos, con las mismas cartas que hace un cuarto de siglo.

(...)

Andalucía sigue en su letargo, subsidiada por quienes la quieren inactiva, enganchada a los fármacos de la dependencia y ensimismada por el encanto de sus privilegios naturales: clima, paisaje, tradiciones y, sobre todo, esa gran cultura del saber vivir. Mientras, la Historia moderna, la que determina el progreso material y social, le pasa de largo. Y nosotros, el Andalucismo que la puso en pie al principio de la Democracia, hemos sido incapaces de despertarla de nuevo.

(Alejandro Rojas-Marcos: pp. 27-29)

Se trata de una idea, sin duda, muy extendida entre nuestros conciudadanos. ¿Quién no ha oído hablar de las "redes clientelares" que supuestamente se extienden por toda Andalucía e impiden el desarrollo de nuestra región? Según estos comentaristas, si no fuera por la subyugación a que nos someten las élites, la poderosa creatividad andaluza saldría a la superficie y nos sacaría de nuestro secular atraso en un santiamén. Pero, claro, el problema está en las élites. Para unos (casi siempre quienes escriben desde la izquierda), estas élites despóticas se identifican con las fuerzas tradicionalistas de siempre: los latifundistas, el clero, el boticario, la Guardia Civil, la casta privilegiada de costumbre. Para otros (los de derechas), la democracia ha creado una nueva élite: la casta gobernante de los socialistas, que lleva ya casi treinta años en el poder y sólo se preocupa de asegurar su permanencia. Rojas-Marcos parece optar en este libro por una tercera vía y arremete contra ambas élites. O, lo que es lo mismo, arremete contra tirios y troyanos, culpa a todo dios del letargo andaluz que él mismo identifica y, a fin de cuentas, parece achacarlo todo a la falta de confianza de los ciudadanos en un andalucismo que no ha sabido ganarse el favor de los andaluces (aquí es únicamente donde se permite ciertas dosis de autocrítica, aunque nunca va demasiado lejos, la verdad).

Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? Veamos. ¿Es cierto, en primer lugar, que Andalucía se haya quedado tal y como estaba durante estos últimos treinta años? Todo depende de las simpatías políticas de cada cual, supongo. Sí, Andalucía continúa estando situada en el furgón de cola en nuestro propio país, comparada con las demás autonomías. O, lo que es lo mismo, en términos relativos no hemos avanzado en demasía, al menos en lo que respecta a las principales estadísticas que suelen emplearse para este tipo de comparaciones (product interior bruto, ingresos per cápita, etc.). Sin embargo, tampoco puede decirse que nos hayamos quedado parados. Hemos avanzado en todos los aspectos, por supuesto, y la única razón por la que seguimos situados en el furgón de cola es porque el resto de las comunidades autónomas han avanzado igualmente. ¿Supone esto un fracaso? Quizá, pero supone un fracaso de la política de desarrollo seguida desde la Junta de Andalucía en la misma medida que supone también un fracaso de las políticas seguidas desde el Gobierno central o desde la propia Unión Europea. No nos engañemos. Es más, por desgracia, son pocas las regiones del mundo que han avanzado en término absolutos y relativos en las últimas décadas. Cierto, ha habido algunas y Rojas-Marcos las menciona en su libro (Irlanda, Corea del Sur, Singapur...), pero se trata de excepciones que confirman la regla. Además, se trata también de países que partían de una posición de subdesarrollo bastante extrema (caso de Singapur o Corea del Sur) o que cuentan con la ventaja de compartir lazos culturales y lingüísticos con el mundo anglosajón (caso de Irlanda). En fin, que las cosas son un poco más complejas de lo que Rojas-Marcos quiere hacernos ver. Los expertos en economía vienen discutiendo desde hace mucho tiempo cómo puede potenciarse el desarrollo económico, y ninguno ha sido capaz de ofrecer todavía ninguna receta mágica. No hay más que echarle un vistazo a las otras regiones más pobres de la UE para observar que prácticamente todas se encuentran en la misma situación que Rojas-Marcos critica en el caso andaluz.

En fin, que la retórica del letargo suena un poco demagógica, sobre todo viniendo de alguien que ha estado activamente implicado en la política desde los comienzos de la transición y podría haber hecho más para solucionarlo, se supone. Por un lado se critica la política que mantiene a Andalucía "subsidiada por quienes la quieren inactiva", pero por otro se monta la marimorena si alguien osa tocar los fondos de cohesión o el concepto de solidaridad interterritorial dentro del Estado español, momento en el que los andalucistas aprovechan siempre para lanzarse a la yugular del Gobierno de turno con argumentos anti-catalanistas de lo más manido. ¿En qué quedamos, pues? ¿Consideramos la inversión pública en nuestra región mero subsidio, soborno ligeramente disimulado, o, por el contrario, la vemos como derecho adquirido, reflejo de una política de solidaridad necesaria? Sí, ya sé, los fondos pueden invertirse en un lugar o en otro, en un sector económico o en otro. Pero el mismo Rojas-Marcos reconoce que sí se ha avanzado enormemente en infraestructuras de transporte durante estos años. ¿Quizá debiéramos haber invertido más en educación y formación de nuestra mano de obra? Quizá. Pero el esfuerzo inversor que se ha llevado a cabo en infraestructuras de transporte no puede descalificarse como mero "subsidio". En todo caso, habrá que ver qué es lo que propone Rojas-Marcos en este libro (ya lo discutiremos más adelante). Pero, de momento, me parece de vital importancia subrayar que el desarrollo económico de una nación o una región (lo que Rojas-Marcos seguramente denominaría "salir del letargo") implica algo más que aplicar unas determinadas políticas. Implica también la participación activa de la sociedad civil como tal. ¿Quién tiene la valentía de dirigirse a los ciudadanos y hacerles ver que también ellos han fallado durante estos años, que podrían haber hecho más, que en última instancia la responsabilidad de una sociedad vibrante y una economía sólida está en sus manos, y no en las del Gobierno de turno?

jueves, 6 de agosto de 2009

Contra el letargo andaluz.

Ex-Alcalde de Sevilla y fundador del Partido Andalucista, Alejandro Rojas-Marcos reflexiona en estas páginas sobre el papel que le toca desempeñar a Andalucía en un mundo globalizado, una Europa que se está construyendo poco a poco y una España, según él, claramente asimétrica. Ante todos estos retos, no queda más remedio que despertar a Andalucía del letargo en el que, según Rojas-Marcos, se encuentra actualmente.

Ficha técnica:
Título: Contra el letargo andaluz. Andalucía ante la revolución global, la nueva Europa y la España asimétrica.
Autor: Alejandro Rojas-Marcos.
Editorial: Almuzara.
Edición: primera edición, Córdoba (España), 2004.
Páginas: 179 páginas.
ISBN: 84-933901-9-4