domingo, 20 de junio de 2010

Retrato de una Rumania deprimente

Libro negro, negrísimo, éste de Herta Müller. Ya se imagina uno que la Rumania de Ceausescu no debió haber sido precisamente Río de Janeiro en pleno carnaval (como toda dictadura, por otra parte), pero el cuadro que nos presenta este libro es ciertamente deprimente. Al parecer inspirado en la infancia de la propia autora en una aldea rumana de mayoría germana, supura pesimismo, pobreza y opresión por todos sus poros. Algunos de los elementos descritos (apego a lo tradicional, conservadurismo extremo en las formas y actitudes) son, sin duda, comunes al mundo rural en casi cualquier otro país. No obstante, le queda a uno la sensación de que tan extendido está el oscurantismo en la sociedad rumana que retrata Müller que ni siquiera una imposible huída hacia la ciudad sería de gran ayuda. El hecho es que, sin ser una novela política, sin mencionar siquiera a las autoridades ni a las fuerzas del orden (que yo recuerde), nos expone un mundo tan agobiantemente totalitario e imposible de evadir como el 1984 de Orwell, y ello a pesar de que no faltan los momentos más o menos felices en los que algunos de los personajes disfruta momentáneamente de la vida con sus familiares o amigos (por cierto, ahora que menciono 1984, éste es, creo, uno de sus puntos débiles: tan empeñado está Orwell en que nos llegue el mensaje del peligro totalitario que nos dibuja una realidad demasiado sólida y homogénea, demasiado controlada hasta el último detalle por un poder que, en realidad, saldría mucho mejor parado si permitiera que sus súbditos pudieran también disfrutar de la vida de forma algo despreocupada... pero ése es otro tema a tratar en otro lugar). Tiene poco de extraño, pues, que el régimen comunista censurara la obra.

Hasta las descripciones en apariencia más inocentes están revestidas de negritud:
Chillidos de lagartijas en un nido que parece un puñado de barbas de maíz maceradas. A cada ratón desnudo le rezuman los ojillos viscosos. Patitas finas como hilos mojados. Dedos curvos.

(Herta Müller: En tierras bajas, p. 25)

¿Y qué decir de este otro párrafo, cruel a nuestros ojos pero perfectamente normal en el seno de una sociedad rural?
Los gatitos que venían al mundo en invierno eran ahogados en un cubo de agua hirviendo, y los que nacían en verano, en uno de agua fría. Después eran enterrados, invierno y verano, en medio del estercolero.

(Herta Müller: En tierras bajas, p. 58)

Invierno o verano, el destino de los gatos era el mismo: la muerte sin contemplaciones. Lo que más nos afecta es precisamente la naturalidad con que lo narra la escritora. Después de todo, como alguien dijera, solamente es posible mostrar cariño hacia los animales cuando hemos alcanzado un nivel de desarrollo tal que también demostramos respeto hacia nuestros semejantes y los cuidamos en momentos de necesidad. Si la sociedad rumana de la época trataba a los seres humanos como meros peones en el desarrollo de la Historia, algo perfectamente desechable en nombre de la construcción del Socialismo, ¿con qué derecho pensamos que habían de mostrar más amor hacia los animales?

Pese a todo, se encuentra uno con más de un párrafo delicioso en el que la realidad del mundo rural se nos muestra con maestría visto por los ojos de una niña más o menos inocente que no entiende del todo lo que sucede a su alrededor, como puede ser el siguiente ejemplo:
Mi andar tenía en sí algo de las sábanas almidonadas de mi abuela. La primera noche que dormí entre ellas, crujían al menor movimiento y yo creí que era mi piel la que crujía.

(Herta Müller: En tierras bajas, p. 23)

En definitiva, que En tierras bajas no es para espíritus débiles ni para alguien que vaya buscando tan sólo mero entretenimiento junto a la playa.

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