En tierras bajas nos describe con todo lujo de detalles un mundo rural tradicionalista donde queda bien poco resquicio para la libertad individual. Todo es identificación nacional y tradicionalismo:
Por el empedrado van las madres en sus faldas regionales suabas cosidas con rollos enteros de tela, cuyos pliegues semejan al caminar esas copas de árboles que, despatarradas sobre los tejados, comprimen las casas contra la hierba y azotan el techo y rompen las tejas cuando sopla el viento. Las madres llevan pañuelos blancos y planchados bajo la cinta del delantal. Esa mañana se han levantado de sus camas para llorar, y han desayunado y almorzado para llorar.(Herta Müller: En tierras bajas, p. 50)
Aún más claro es el siguiente párrafo:
Sólo en apariencia han superado sus hijas la indumentaria tradicional. Al moverse van desenrollando las telas de los trajes regionales suabos, y, pese a su flacura, sus cuerpos dan la impresión de no caber en esos trajes, de encontrarse fuera de las costuras. Pero sus cerebros llevan puesta esa indumentaria.(Herta Müller: En tierras bajas, p. 51)
De la misma forma, cuántos catalanes o andaluces no llevarán puesta sus respectivas indumentarias regionales en sus cerebros. Y, cuidado, porque de la misma forma que se acusa a menudo al catalán de ser "demasiado suyo", a menudo puede uno ver aquí en Andalucía actitudes similares de engreimiento regional.
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