domingo, 13 de julio de 2008

Humor sano.

Ya desde el principio de la novela queda bien patente su contenido humorístico cuando observamos los nombres elegidos por Mendoza para identificar a sus principales personajes: Pomponio Flato para el narrador, acuciado por males gastrointestinales que derivan en constantes flatulencias; Liviano Malio para el oficial al mando de la cohorte de la XII legión con quien se encuentra tras ser abandonado por los árabes; Teo Balas para un peligroso bandido; Apio Pulcro para el corrupto tribuno romano o Anano para el Sumo Sacerdote del Sanedrín. Simplemente este hecho ya nos da a entender que el autor concibe la novela como un inocente divertimento, lo cual consigue sobradamente.

La historia está asimismo repleta de momentos y comentarios de naturaleza cómica y que vienen a facilitar su lectura. Por ejemplo, al principio del relato, y poco después de perder la conciencia al caerse del caballo que montaba, Pomponio nos narra el siguiente suceso que acontece cuando despierta entre un grupo de árabes que le rodean y discuten sobre qué hacer con él:
Habiendo escuchado atentamente mi relato, deliberaron un rato sobre cómo proceder, hasta que uno dijo:
— Propongo que le robemos lo que todavía lleva encima, que le demos por el culo reiteradamente y que luego le cortemos la cabeza como suele hacer con los viajeros nuestra pérfida raza.
— Pues yo propongo —dice otro— que le demos agua y alimentos, lo subamos a un camello y lo llevemos con nosotros hasta encontrar quien pueda curarle y hacerse cargo de él.
— Bueno —dicen los demás con voluble facundia.

(Mendoza: pp. 8-9)

Ni que decir tiene que dicho intercambio de opiniones suena algo irreal, cercano al dislate.

Pero hay muchos otros ejemplos en la novela. Por ejemplo, cuando Pomponio pregunta a Quadrato, el portaestandarte, si conocía a la Zara, la prostituta de Nazaret:
—¿Conocías a esta mujer, Quadrato?
—Sólo de oídas. Cuando un soldado llega a una población lo primero que pregunta es dónde están las putas. Me hablaron de ésta, pero sus emolumentos eran demasiado elevados para la exigua paga de un legionario. Y como no había otra cosa disponible, opté por masturbarme leyendo la Guerra de las Galias.

(Mendoza: pp. 116-117)

Interesante forma de excitarse la del tipo. Pero sin lugar a dudas una de las muestras más claras de humor a costa de la distinta forma de entender la sexualidad se produce cuando Pomponio charla con Mateo acerca de su relación con Zara:
Por mis circunstancias particulares manejo varios calendarios y me confundo sin remedio. Recuerdo en cambio el momento y las circunstancias de nuestro primer encuentro. Yo aún no había conocido mujer. Sólo aves de corral.

(Mendoza: p. 127)

En fin, que la novela está trufada de comentarios y reflexiones jocosas que, sin duda, aligeran la lectura y ayudan a disfrutarla.

No hay comentarios: