miércoles, 12 de agosto de 2009

Los problemas de la traducción aplicados al haiku.

La traducción, siempre difícil en el caso de cualquier texto literario, se hace aún más difícil en el caso de la poesía. Ni que decir tiene que el haiku dificulta todavía más la labor, tanto por el hecho de que está escrito originalmente en una lengua tan distinta a la nuestra como por su propio laconismo. De hecho, según cuentan quienes saben, el haiku carece a menudo de verbos, si bien éstos aparecen en la traducción para hacerlo al menos legible. Tiene poco de extraño, entonces, que nos encontremos con una enorme disparidad en las traducciones de un mismo poema. Tomemos, por ejemplo, el caso del siguiente haiku, sobradamente conocido por quienes se han molestado en investigar siquiera los fundamentos del espiritualismo oriental:
En el espejo antiguo del estanque
se sumerge una rana.
Ruido de agua.

(Matsuo Bashoo: Haijin, p. 25)

Una traducción alternativa de Octavio Paz figura en una nota a pie de página en este mismo volumen:
Un viejo estanque:
salta una rana ¡zas!
chapalateo

Por último, la primera vez que leí este famoso haiku de Bashoo fue en un libro de Luis Racionero, Filosofías del underground:

El viejo estanque,
una rana se zambulle:
el sonido del agua.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, Anagrama, octubre 1987, p. 83)

Quizá sea que esa primera traducción se ha quedado grabada en mí con mayor profundidad, precisamente por ser la primera que leí. Sea como fuere, el caso es que la sigo prefiriendo a las otras que he leído hasta ahora, a pesar de su similitud con la de este volumen que aquí comentamos, traducido por Ricardo de la Fuente.

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