martes, 11 de agosto de 2009

"Un mundo nuevo", pero nada realmente nuevo que decir.

El capítulo titulado Un mundo nuevo merece cierta consideración si se quiere hacer un somero repaso al contexto internacional en que se desarrolla cualquier acción política hoy en día. No podemos decir, sin embargo, que Rojas-Marcos nos descubra nada nuevo. Se trata, por el contrario, de un análisis que hemos leído y oído en muchísimas ocasiones, algo con lo que cualquier individuo medianamente informado debiera estar ya familiarizado de sobra: la globalización de todas las facetas de la vida, las interrelaciones entre los países, la complejidad e inestabilidad del sistema internacional, la debilidad de la ONU, las intervenciones humanitarias, el Derecho Penal Internacional... en fin, un compendio de elementos y asuntos bien conocidos. Si acaso, merece la pena destacar algunas citas porque resumen sucintamente la naturaleza de algunos de los problemas. Por ejemplo, la falta de medios para responder a situaciones de crisis humanitaria:
No existe un sistema de emergencia civil internacional ni una fuerza de seguridad de intervención rápida, para socorrer en los desastres e impedir las matanzas. Pero, sobre todo, no existe una doctrina que defina cuándo, cómo, quién y con qué derecho y recursos interviene por razones humanitarias.

(Alejandro Rojas-Marcos: p. 66)

O, por poner otro ejemplo, la debilidad estructural de las Naciones Unidas, impedida casi por diseño de intervenir de forma activa en muchas de las crisis internacionales que se producen:
La gestión de los conflictos políticos y militares también ha sido ad hoc, limitada y unilateral, y siempre dominada por los intereses de Estados Unidos. Naciones Unidas ha quedado convertida casi en una organización benéfica, a la que en las crisis se le pide asistencia y se le impide gestión.

(Alejandro Rojas-Marcos: pp. 66-67)

Todo bien cierto. Ahora bien, ¿qué propone Rojas-Marcos que se haga desde el ámbito político autonómico? Ahí radica, me parece a mí, uno de los puntos débiles de la propuesta política nacionalista o regionalista: vivimos en un mundo globalizado claramente dominado por el efecto mariposa (esto es, donde una pequeña crisis en la otra punta del mundo nos puede afectar a todos), y lo que se nos propone desde el andalucismo es precisamente mirarnos al ombligo, defender "lo nuestro", afirmar nuestra identidad en lugar de abrirnos a los otros y, finalmente, limitar nuestra esfera de acción política a nuestra comunidad autónoma. La verdad es que no veo cómo pueda contribuir eso a solucionar los problemas globales de que nos habla el propio Rojas-Marcos. Es más, si acaso lo hará más difícil, pues el nacionalismo ni siquiera se preocupa de incardinar su acción política cotidiana en un proyecto nacional (mucho menos internacional) que contribuya a la resolución de esos problemas globales a los que hace referencia este capítulo.

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