miércoles, 14 de julio de 2010

El mar como representación de lo inarticulado, inconmensurable, eterno... de la nada.

Interesante reflexión sobre la atracción del mar:
Amaba el mar por razones profundas: por la apetencia de reposo propia del artista sometido a un arduo trabajo, que ante la exigente pluralidad del mundo fenoménico anhela cobijarse en el seno de lo simple e inmenso, y también por una propensión ilícita —diametralmente opuesta a su tarea y, por eso mismo, seductora— hacia lo inarticulado, inconmensurable y eterno: hacia la nada. Reposar en la perfección es el anhelo de todo el que se esfuerza por alcanzar lo sublime; y ¿no es acaso la nada una forma de perfección?

(Thomas Mann: La muerte en Venecia, p. 39)

Nunca se me había ocurrido verlo desde esa perspectiva. Para mí, la atracción del mar no está en que pueda considerarse una encarnación de la nada sino que, más bien al contrario, lo veo como un inconmensurable sistema que se caracteriza por su falta de solidez física y por estar conformado por una miríada de elementos y componentes todos ellos de tamaño comparativamente ridículo y que, sin embargo, otorgan al todo una fuerza extraordinaria. El mar es la vida en constante movimiento. Tiene bien poco que ver, me parece, con la nada.

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