jueves, 23 de julio de 2009

Et omnia vanitas.

En un volumen tan centrado en el deseo y lo carnal, sorprende encontrar un poema tan bucólico como éste. Eso sí, sigue conectando directamente con la tradición pagana clásica:
Como quien todo ha perdido
y voluntario se desprende de lo que aún le quedaba...

Una casa apartada y pequeña,
con los solos ruidos del aire o de la vida,
cerca de la montaña... Y álamos y olmos
junto a un río pedregoso, que levísimo escapa.
Rústico casi todo, y rústica la mesa
sobre la que tantos tomos convierten el conocimiento
en la única aventura deseada...
(Schopenhauer, Teócrito, Medrano, memorialistas
de los siglos áureos...)
Un corral con gallinas: Y andar con sayal franciscano
y una vieja peluca Luis XVI,
para los días muy fríos o con el alma extraña...
¿Es este aquel de abrigos y bufandas sorprendentes?
¿El escandaloso, buscador de extravagancia?
Como de tantas cosas, qué poco ha quedado...
Desengaño, cierzo, desinterés, acedía,
un gran apetito de ausencia y de fracaso.
Aquí, retirado de todo,
sin el consuelo del bucolismo arcádico,
en un campo benigno y triste,
sedante, polvoriento, silvestre, manso...
Enfrascado en los libros, desdeñoso del mundo,
rotos los hilos de las vandidades,
ajeno, solitario, altivo, arisco,
estrafalario amigo que ya no aguardas nada.

(Luis Antonio de Villena: pp. 121-122)

¿Un extraño momento de duda y desengaño? ¿Hastío del mundo sensual? ¿Retiro espiritual? Suena un poco extraño, comparado con el tono general del libro, la verdad.

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