jueves, 23 de julio de 2009

Madrid, ciudad de los excesos.

El poema Madrugada en Madrid. Agosto, 1990, ilustra bien una ciudad donde caben todos los excesos:
Gran Vía noche arriba, florece la heroína en traje negro.
En las miradas sientes agujas sucias, pensiones de miseria,
ojos buscando no sabrías si tumba u otro cuerpo.
Tanta delgadez lunar florece en la Gran Vía,
tanto temblor de manos, tanta ruina de infección y
hambruna,
manchas cutáneas, acaso, sidosos fantasmas que murieron,
temor a casi todo, mientras la leche cael del tetrabric
abierto,
como ese último sueño de aferrarse a una norma...
Escuchas pillar algo. Hay un dolor tan denso subiendo
la Gran Vía, la enfermedad vagando, aliada del sexo,
y aquel muchacho en pantalones cortos, sucios, la chica
revestida
de huesos esqueléticos, dirías silicóticos peones gaseados.
La Gran Vía nocturna es un hondo pasillo de antracita,
y hay cuartos por detrás de agonizantes solos, sollozos y
rateros.
Bajo las casas nobles de principio de siglo —polvorientas—
africanos y yonquis, navajas, viejas putas,
jovencitos oscuros, jeringuillas, travestís y camellos
cantan la gloria opaca, la cochambre sin letra de este fin de
milenio macilento.

(Luis Antonio de Villena: pp. 139-140)

No hay comentarios: