jueves, 5 de junio de 2008

La izquierda y la idea de excelencia.

La antipatía de la izquierda por el concepto de excelencia ya se ha convertido casi en un lugar común. Casi tanto como la asunción de que nuestras sociedades desarrolladas se están democratizando (en el sentido orteguiano de entregar el poder a las masas) a costa de deshacer las estructuras de una sociedad supuestamente basada en el mérito. Nunca he tenido muy claro de dónde viene esta asunción, la verdad sea dicha. Supongo que su procedencia no es otra sino el prejuicio ideológico de que la sociedad aristocrática que nos precedió estaba realmente basada en el mérito o en la "clase" (esto es, el estilo, el buen hacer y estar) de cada uno. Así, frente a una estructura social claramente elitista donde tan sólo unos cuantos llevaban la voz cantante en todos los asuntos de importancia, surgió en el siglo XX la sociedad de masas que tanto detestaba Ortega. O, para ponerlo de otra forma algo más ilustrativa, se alega que sustituimos a Bach y Mozart por los Beatles y Rodolfo Chikilicuatre. Esta es precisamente la idea que tenía el padre de Blair, según leemos, y que tuvo cierta influencia en su modo de entender el laborismo:

"Aprendí mucho de mi padre sobre los motivos por los que la gente no votaba a los laboristas (...). Mi padre había sido acogido en una familia pobre; era un chico de clase obrera que se volvió conservador. ¿Y por qué se volvió conservador? Porque, como solía decirme, 'los laboristas nos frenan, no quieren que triunfemos, no quieren que prosperemos'. Todas esas cosas fueron influencias normativas para mí. Creo que uno de los legados de esas lecciones de infancia fue que tengo una serie de valores muy, muy fuertes, pero pocas presunciones sobre cómo deben trasladarse esos valores a la práctica".

(Stephens: p. 57)

Yo, por mi parte, no lo tengo tan claro. Fundamentalmente, como decía algo más arriba, esa queja contra los ataques a la excelencia la he oído aplicada no sólo a la izquierda sino a la sociedad contemporánea en su conjunto. Aún recuerdo cuando, cursando los estudios de COU, un profesor mío de Latín y Filosofía (ex-seminarista, por más señas) se quejaba precisamente de lo mismo. ¡Y esto fue mucho antes de la tan denostada LOGSE, a la que muchos parecen culpar del fin de los tiempos! No creo que el problema como tal sea una reacción de odio hacia la excelencia, como se nos dice, pues dicho comportamiento no parece prevalecer para nada en ciertas esferas de nuestra vida (por ejemplo, en el deporte o en el mundo de los negocios). Por el contrario, lo que se aduce es más bien una despreocupación generalizada por ciertos aspectos considerados más intelectuales o "serios" (ciencia, filosofía, humanidades, cultura generalm, etc.), y no me parece que dicha crítica sea justa tampoco. ¿Acaso alguien cree que antes había más gente interesada en estos temas? Lo que sí sucede es que nuestra visión de cómo era esa sociedad pasada está claramente distorsionada, puesto que la documentación que nos ha llegado de esa época es precisamente la que fue elaborada por las clases privilegiadas y educadas, es decir, la élite. El resto de los testimonios no nos han llegado o los desconocemos casi por completo porque no nos parecen merecedores de interés. Pero hay que ser demasiado inocente para pensar que hace cien o doscientos años el nivel de cultura general entre la población era mayor que hoy o siquiera que se leía más a los clásicos de lo que se les lee hoy. ¡Ya está bien de nostalgias!

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