A veces, la mujer es ese resquicio por el que el mundo deja ver su carácter divino. El cuerpo de la mujer a nuestro lado o entre nuestras manos; el buen oro de lo misterioso fundido y solidificado, el Sueño cristalizado, la prueba de la sacralidad del mundo.
(Antonio Colinas: Tratado de armonía, p. 23)
La mujer como ideal, como materialización de lo divino en este mundo corporal y desacralizado, algo que conecta directamente con el ideal romántico y éste, a su vez, con la tradición de amor cortesano de los trovadores renacentistas. ¿Se trata, sin embargo, de un estereotipo machista? O, por el contrario, ¿a lo mejor somos nosotros quienes, a fuer de modernizaciones, hemos dado la espalda a un mundo donde todavía existía el encanto? Seguimos haciéndonos la pregunta.
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