miércoles, 31 de agosto de 2011

Byron y la imaginación rebelde como nueva moral.

Racionero ve en la vida y obra de Byron una afirmación de los principios fundamentales del Romanticismo, así como una reacción contra la vida gris, controlada, jerarquizada y aburrida que la incipiente sociedad industrial ya dejaba entrever. Pero, en su opinión, la rebeldía de Byron va mucho más allá de la mera crítica, adquiriendo una connotación positiva (en el sentido dialéctico, al menos) en lo que supone de tanteos y experimentos con una nueva moral que haga resurgir al hombre de sus cenizas:
Byron es el primero en la serie de escritores continuada por Dostoievsky, Nietzsche y Hesse, que plantea la exigencia de una moralidad nueva. (...) Byron plantea la Revolución Cultural romántica contra el clasicismo de la Inglaterra imperialista, comercial y aburguesada. Dice Herbert Read que los clásicos son raccionarios en política porque el clásico quiere imponer un orden al flujo exuberante y barroco de la vida. Los románticos quieren nadar en ese río, romper los diques de la razón clásica y fluir libremente en el río de las emociones. Por eso mismo son revolucionarios en política: razón es autoritarismo, emoción es libertad; los románticos, aunque algunos racionalistas pretendan lo contrario, son los auténticos revolucionarios culturales, anarquistas morales y emocionales no asimilables por el sistema.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 41-42)

Ciertamente, visto de esta forma, la conexión entre el Romanticismo y pensadores como Nietzsche o escritores como Dostoievsky y Hesse debiera ser más o menos evidente. Todos ellos levantan acta de la podredumbre que les rodea, tienen la visión suficiente para observar que el nuevo mundo industrial que se alza ante sus ojos promete sin duda la satisfacción de las necesidades materiales (aun a costa de dejar de lado las preocupaciones espirituales) y se proponen hacer tabula rasa con todo ello y apostar por una nueva moral que, en el caso de Nietzsche, llamaría del superhombre. Con ello no quería sino subrayar que se trataba de un hombre nuevo, construido desde cero, modelado con la arcilla informe que nos dejaba el hombre racionalista e industrial. En parte, cabría decir que aún estamos construyendo esa nueva moral hoy día, reconstruyéndolo el puzzle con piezas de los románticos y Nietzsche, Dostoievsky y Hesse, pero también de Foucault, Derrida y Deleuze, entre muchos otros. Si los conservadores de hoy día les desprecian tanto es precisamente por eso, porque sus respectivos pensamientos representan el embrión de algo nuevo que aún está por venir. Llevamos ya más de un siglo modelando y construyendo y todavía no se aprecian las formas de esa nueva moral del futuro, pero todo parece indicar que es lo que nos espera.

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