El contenido de mis sospechas me obligó a ser consciente de la diferencia entre el amor en la infancia y en la adolescencia. Podía ser que en la infancia la piel se enardeciera como después o más, pero quizá no se llegaba a ninguna forma de profundidad mental porque las almas no se enredaban en un denso tejido de malentendidos, hijos de los pliegues que las conciencias sólo empiezan a tener már tarde, cuando ya sienten y saben que la transparencia es una ilusión, y que el amor es una sucesión de preguntas mal formuladas y respuestas mal entendidas.
(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, pp. 133-134)
O, lo que es lo mismo, que la edad lo complica todo, tal vez muy a nuestro pesar.
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