lunes, 8 de agosto de 2011

Desazón ante la tentación de la carne.

Me gusta la forma en que Ferrero expresa le desazón de Camilio (jesuita, pero mujeriego impenitente) mientras se dispone a entrar en la casa de Verónica, una antigua novia "de carne blanca y voluptuosa":
Avanzaba, retrocedía.
Avanzaba de nuevo.
Pensaba que le esperaban las fuentes más vivas del placer, las que conectaban directamente con el pasado y con lo que había quedado pendiente.
Sentía que le aguardaba la fusión de la carne.
Oh, Dios, la fusión nuclear de la materia que siente.
Lo creía mientras avanzaba, lo sabía cuando retrocedía y cuando avanzaba de nuevo.
Lo recordaba.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches bravas, pp. 33-34)

Me parece maravillosa esa expresión de la desazón que se adueña del alma de Camilo, pero tiene uno la sensación de que lo estropea con los comentarios sobre la "fusión de la carne", sobre todo en el momento de convertirlo en "fusión nuclear de la materia que siente", donde el autor roza lo ridículo y rimbombante.

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