...en muy poco tiempo pasé, casi sin mediación, de la literatura juvenil a leer El extranjero y La náusea, a los quince años, y las novelas de Fizgerald y Hemingway a los dieciséis. Poco después descubrí a los surrealistas y empecé a leer traducciones en español y francés de poesía china y japonesa, y más tarde me acerqué a la novela iberoamericana, al nouveau roman y al noveau cinema, de forma que llegué al final del bachillerato convertido en un pedante peligroso y enloquecido.
(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 116)
La descripción llega a lo más hondo porque, como adolescente, tampoco me diferenciaba mucho de lo que ahí describe Ferrero. Eso sí, él tomó el camino de la literatura y el arte y yo preferí el del ensayo y la militancia política (sin que ello implique, ni muchísimo menos, que no tuviera también mis inquietudes literarias y artísticas). Eso sí, el punto en común de ambos casos es la pedantería y el enloquecimiento a fuer de caminar por un camino nada trillado a esa edad.
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