jueves, 11 de agosto de 2011

Maravillosa forma de iniciar el libro:
En 1517 el Padre Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al emperador Carlos V la importación de negro, que se extenuaran en los laboriosos infiernos de las minas antillanas.

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, p. 17)

Me gusta no sólo por lo que tiene de romper mitos (que siempre viene bien), sino por la fina ironía con que Borges lo expresa. Lejos de lanzar una andanada directa contra Bartolomé de las Casas y el racismo de los conquistadores, prefiere soltarlo con ligereza y cierto distanciamiento. Uno imagina la sonrisilla traviesa al dejar escrita esa larga frase en el cuaderno. Ignora uno hasta qué punto la afirmación de Borges pueda ser correcta históricamente, pero es lo de menos. Cuando tantas salvajadas se cometieron durante la conquista de América, asuntos como éste carecen más bien de importancia. La realidad indiscutible es que, durante mucho tiempo (quizá demasiado tiempo), los españoles nos aferramos a la figura de Bartolomé de las Casas como a clavo ardiendo para salvar un poco el honor, en lugar de afrontar con honestidad la evidencia de los excesos cometidos durante nuestra aventura imperial.

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