martes, 30 de agosto de 2011

La revolución romántica de Blake.

La primera gran corriente que Racionero estudia como componente fundamental de la gran corriente underground es el romanticismo inglés, firme defensor de la imaginación y los sentimientos, lo irracional y oculto, frente al imparable avance de un racionalismo encarnado en el naciente capitalismo industrial:
Blake fue el primero que, en medio del entusiasmo y la admiración por la ciencia y la tecnología de la revolución industrial, denunció el esclavizamiento físico que traerían los "oscuros molinos satánicos" (dark satanic mills) y la esclavización mental que causaría la "visión única y el sueño de Newton". Blake fue el primero en cuya obra la liberación mental y la social están inseparablemente tratadas.

(Luis Racionero: Filosofías del underground, pp. 25-26)

Conviene no olvidar, eso sí, que muchos de esos escritores románticos ingleses fueron en realidad hijos de la clase acomodada, ricachones con suficiente tiempo libre como para dedicarse a sus poesías y sus viajes mientras la mayoría de sus conciudadanos se afanaban en salir adelante en los sucios barrios industriales que tan claramente describieran Dickens o Engels. Obviamente, no por ello dejaban de tener parte de razón en sus admoniciones contra los excesos de una industrialización forzada que hundía a sectores enteros de la población en la miseria para enriquecer a unos cuantos, al tiempo que hacía añicos la alta cultura que había existido hasta entonces. Porque, no lo olvidemos, buena parte de la reacción romántica ante el proceso industrializador tiene bastante que ver con un elitismo reaccionario y nostálgico de la sociedad aristocrática que ya estaba en claro declive, aunque ello no quite para que reconozcamos que, desde entonces, sus quejas son precisamente las mismas que venimos repitiendo todos los que nos empeñamos en defender parcelas de libertad y autonomía individuales frente a una estructura social cada vez más poderosamente uniformizadora. En ese sentido, todavía se le puede sacar partido al romanticismo.

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