jueves, 11 de agosto de 2011

Inteligente truco: evitar la perfección para no levantar sospechas.

El caso del impostor Tom Castro, ayudado por su fiel Bogle, se ha convertido ya en un clásico del que cabe obtener, además, algunas enseñanzas:
...nos consta que presentó un Tichborne fofo, con sonrisa amable de imbécil, pelo castaño y una inmejorable ignorancia del idioma francés. Bogle sabía que un facsímil perfecto del anhelado Roger Charles Tichborne era de imposible obtención. Sabía también que todas las similitudes logradas no harían otra cosa que destacar ciertas diferencias inevitables. Renunció, pues, a todo parecido. Intuyó que la enorme ineptitud de la pretensión sería una convincente prueba de que no se trataba de un fraude...

(Jorge Luis Borges: Historia universal de la infamia, p. 37)


O, lo que es lo mismo, cuando se intenta cometer un fraude conviene siempre no hacer las cosas con demasiada perfección, lo cual no haría sino levantar sospechas. Inteligente, sin duda. Ahora hay que asegurarse de que tanto arrogante que se cree perfecto entiende la lección.

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