miércoles, 10 de agosto de 2011

El sinsabor de la ruptura

La relación de Ciro, el protagonista de la novela, con Beatriz es algo peculiar. Un amor infantil que crece en obsesión en la edad madura. Una relación tal vez insana y alocada. De ahí quizá el sinsabor de la ruptura, que se produce en más de una ocasión:
Llegamos al alba, aún bajo las luces de la noche que se extinguía, y al arrojarme a la cama pensé que de poco servía amar y haber consumido noches y más noches dando más de la mitad del alma a otro. Todo llegaba a su momento de entropía, a su punto muerto. Ahora sentía paletadas de tierra amarilla sobre mi cabeza, en una fosa llena de cal viva y cal muerta. De pronto mi vida con ella parecía tan insufrible que me daban ganas de jugar a la ruleta rusa. Su mirada de asco hacia mí llenaba de oscuridad las estaciones del pasado, las ciudadaes a las que llegábamos al alba, los amigos que habíamos ido dejando por el camino, todo.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 241)

Esa misma sensación se ve acrecentada apenas dos páginas más allá:
Felizmente la ruptura se ha consumado, la ruptura espacial, que es la que importa, y he aquí que al fin se halla sola, en una hermosa cama que huele a sábanas limpias, respirando con un placer que hace mucho no experimenta, abierta a la vida y a todos [sic] las embestidas del destino, abierta a hombres que se deslizan por la noche como vampiros exquisitos, que tienen algo de vertiginosamente femenino en su forma de acariciar, que son suaves, elegantes, decididos... O todo lo contrario: hombres duros como diamantes, algo enloquecidos pero profundamente románticos y muy ágiles y zalameros en la cama. O quizá hombres anónimos, en habitaciones de hotelpara una sola noche, o dos... Hombres, hmbres, hombres. Cualquier hombre en realidad menos yo, encarnación en ese momento del espíritu de la pesadez.

(Jesús Ferrero: Balada de las noches tristes, p. 243)

Triste final de una historia de amor.

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